Bambina

1.1K 112 122
                                    

Caminar con Buccellati por las tardes en las calles de Napoles es muy diferente a sus caminatas nocturnas en zonas oscuras y poco concurridas de la ciudad. En la oscuridad de la noche pueden tomarse de las manos, besarse y compartir palabras amorosas. A Leone se le permite acariciar esos brillantes cabellos negros y besar sus mejillas, a Bruno se le permite reírse y morder el labio inferior del mayor. A la luz del dia es muy distinto, complamente distinto.

Todos en el barrio de Napoles conocen a Bruno Buccellati, el joven vestido usualmente con trajes de diseñador color blanco con una amplia abertura en el pecho exhibiendo coquetos bralette de encaje, usando esas pinzas doradas en sus lisos y preciosos cabellos sosteniendo su trenza, los finos mocasines siempre impecables y ese hermoso rostro sereno de rasgos preciosos. Los dueños de los negocios lo saludan, le invitan a pasar la próxima vez por sus establecimientos. Las mujeres sonríen tímidamente al decir su nombre. Las dulces ancianitas lo saludan efusivamente y nunca faltan quienes le recuerdan al pelinegro que tienen una nieta, hija, tia o sobrina soltera. Naturalmente, tambien conocen a los hombres de su equipo. Pero la atención siempre esta en Buccellati, el apuesto y gentil hombre de piel oliva y ojos tan azules como el mar.

Las primeras veces, Abbacchio pensaba que era demasiado incomodo caminar por la calle con Buccellati. Podia recordar claramente la primera vez que estuvo lo suficientemente sobrio como para salir por la tarde acompañando a su líder a cobrar tarifas de protección. Le saludaban por todas partes, hombres, mujeres, ancianas, ancianos, mocosos. Personas que pasaban en autos, motocicletas, bicicletas, disminuían la velocidad para intercambiar un saludo con el ojiazul. No obstante, la mirada pesada de un hombre albino de aspecto severo con ropa negra y lápiz labial parecia hacer que se cohibieran las personas en general. A Leone no le sorprendia, solia causar ese tipo de reacción en la gente.

Pero eso se hizo costumbre en algun momento, Abbacchio aprendio a soportar las multitudes de gente y la gente... aprendio a no mirar demasiado a Leone Abbacchio, quien caminaba junto a Buccellati, muy cerca. Era pocos los que le dirigían algun saludo cordial, que el respondia con un monosílabo.

Eso era respecto a los adultos, claro esta. El albino nunca, jamas se acostumbraría a los niños. Porque si, por ahí, en las calles de Napoles habia muchos mocosos. Gritando, corriendo y jugando en la calle. Con balones de futbol, cometas o juguetes. Y precisamente, Abbacchio desde hace mucho habia notado que a Buccellati le agradaban los niños.

El pelinegro miraba a los bebes con curiosidad, saludaba a los pequeños hijos de sus conocidos y siempre que un balón iba a dar a sus pies lo dominaba unos momentos antes de devolverlo a sus pequeños dueños. Incluso compraba helados para los niños que se paraban a mirar con anhelo los puestos, hijos de padres cuya billetera era tan apretada que no podían darle a sus hijos el lujo de un costoso helado en la zona turística de la ciudad. Precisamente, ¡El habia recogido a un monton de niños de la calle para su grupo! Excepto el, posiblemente, mayor por un año, pero no por ello menos desorientado y miserable en su momento mas bajo.

Sinceramente, en ocasiones Abbacchio se pregunta cuanta bondad puede albergar el corazón de Buccellati. Le da la impresión de que se puede desbordar en cualquier momento. Y con mas insistencia, se pregunta que clase de extraordinaria obra tuvo que hacer bien en su vida para ser recompensado con el amor de Buccellati, correspondido en sus ardientes sentimientos por el gallardo hombre de cabellos negros y hermosa piel oliva.

No puede evitar mirarlo de reojo cada tanto mientras caminan sobre la banqueta, entre la gente, fijándose en la forma en la que se mueve suavemente su cabello con las corrientes de aire, blanceandose con sus pasos sutilmente. Le gustaría tanto tomar la mano de Bruno, acariciar su cabello y decirle lo apuesto que luce el dia de hoy... pero eso tendrá que esperar hasta mas tarde.

Dolce AmoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora