Especial de Navidad: Cookie

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Por fin era esa época del año en la que Leone Abbacchio se derretia. En un sentido figurado, claro esta, porque afuera estaba haciendo helado.

Durante el mes de Diciembre, ocurrían un par de eventos que no podia presenciar el resto del año. El nunca fue un fanatico de Babbo Natale, de hecho, aun de niño alzaba su ceja escéptico y hacia demasiadas preguntas a nonna Abbacchio sobre como era posible que un hombre gordo viajara por todo el mundo en una noche repartiendo regalos y entrando por estrechas chimeneas. Pero siempre se quedaba en silencio cuando nonna le estiraba las orejas y le recordaba que a los niños mal portados y preguntones no se les traían regalos. Y claro que el queria sus regalos, asi que guardaba silencio y esperaba.

Celebrar las fiestas de Diciembre con el equipo la primera vez fue... extraño, pero se trato de algo que Buccellati planeo, por lo que todos aceptaron. Narancia, especialmente con demasiada emoción, comenzando a escribir una lista de los regalos que queria recibir de Babbo Natale porque, por supuesto, el pelinegro aun creía que existía dicho hombre bonachon. Y cuando a Fugo casi se le escapa la cruel verdad de sus labios, Buccellati le dirigio una mirada seria y amenazante. Por supuesto, Abbacchio sufrio parte de las consecuencias, pues le toco llevar a Narancia al centro comercial a sentarse en las piernas de un obeso disfrazado para que le dictara su lista. Y Buccellati, hermoso y gentil Buccellati, habia conseguido todos los regalos de la lista de Narancia. A excepción del tanque que queria, argumentando que Babbo Natale no regalaba juguetes ni objetos belicos.

Fuera de todo ese extraño asunto de Babbo Natale, una de las cosas que mas le interesaba a Abbacchio en esa época del año era Buccellati en la cocina. Solo durante las celebraciones navideñas tenia el lujo de verlo asi.

Buccellati se encontraba en la cocina, usando un bobo delantal color rojo con el dibujo de un cursi pino navideño. Bajo dicho delantal, el pelinegro usaba un sueter de lana blanco, arremangado hasta los codos. Su cabello estaba sostenido en una pequeña coleta y los mechones que eran demasiado cortos para ser amarrados eran sostenidos por pinzas. Por si eso fuera poco, el hermoso capo olia a una mezcla de azúcar, nueces, miel e higos, mientras aplastaba con un rodillo una enorme bola de masa para galletas.

- Abbacchio, ¿Podrias encender el horno para el precalentado? – pregunto el pelinegro, moviéndose hacia adelante y hacia atrás sosteniendo firmemente el rodillo.

No obtuvo respuesta, el albino simplemente estaba de pie ahí, mirándole, con una copa de vino en su mano derecha.

- Abbacchio – volvió a llamar el ojiazul, deteniendo sus movimientos.

Solo asi, logro que el albino reaccionara. Leone parpadeo un par de veces y miro atentamente el rostro de Bruno.

- Enciente el horno para el precalentado, por favor – repitió con voz suave el capo, sus labios estirándose en una bella sonrisa.

El rostro de Leone se calentó al darse cuenta de que el capo lo habia atrapado mirándo embobado el suave y rítmico movimiento de su cadera. Le dio un largo trago a su copa de vino antes de acercarse al horno y encenderlo

- Gracias, Abbacchio – una suave risa escapo de los labios de Bucciarati. El pelinegro comenzo a separar secciones de la masa convertida en una lamina fina. Ya tenia preparado el relleno de las galletas, asi que se dedico a envolver esa pasta de higos dulce con la masa. Al final, retorcia el pequeño tubo que armaba con el relleno y la masa para darle una forma curva antes de colocarlo sobre una bandeja metalica. La masa sobrante, la iba separando.

Leone observaba embelesado como Bruno hacia todo eso con maestria. Sus gentiles y callosas manos se movían de forma suave al envolver la pasta de relleno con una lamina de masa, retorciendo el tubo pequeño delicadamente hasta que lleno la bandeja con galletas listas para ser horneadas.

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