1. Sangre y sombras de luna

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Nota de autor: Ni este fanfic ni el universo de Harry Potter me pertenecen. Todos los créditos van para J.K Rowling y Moonsing, yo solo soy un alma bondadosa que lo tradujo.

"A mí me persiguen las sombras de luna,

Sombras de luna, sombras de luna.

Saltando y deseando en sombras de luna,

Sombras de luna, sombras de luna.

Y si alguna vez pierdo mis ojos,

Si todos mis colores pierden su tonalidad,

Sí, si alguna vez pierdo mis ojos,

Hey...ya no tendré que volver a llorar"

"Moonshadows" por Cat Stevens.

REMUS:

Remus siempre había pensado que las memorias eran como fotografías en un estante. La mayoría estaban expuestas al sol y solían desvanecerse. Algunas veces el color desaparecía dejando tan solo el vago sentimiento del tiempo; la visión de una memoria cambiaba a medida que la contabas. Algunas veces era la visión lo que se desvanecía y los colores se quedaban brillantes, vívidos- un sentimiento real del paso del tiempo pero sin detalles.

Otras memorias estaban puestas en la oscuridad, dominadas por las sombras. Eran estas memorias- las que tú siempre tratabas de olvidar- aquellas que nunca perdían su potencia y color a lo largo del tiempo.

Para Remus, la memoria oscura más brillante era la de Aquella Noche. Aquella Noche tuvo repercusiones que enviaban vibraciones, ecos y cambiaron eventos del resto de su vida. Esta memoria- la que él más deseaba cambiar y desvanecer- era la única que se quedaba con él en el mayor y lúcido detalle.

***

Algo que Remus siempre recordaba de su madre, incluso mucho después de que las memorias se evaporaran y se volvieran confusas, era su amor por la luz de la luna. Como la pocionista experta de su boticaria local, su trabajo normalmente le pedía aventurarse en la noche para conseguir algunos ingredientes. En esas noches, cuando el cielo estaba despejado y la luna colgaba en su mayor esplendor saturando todo con su luz, su madre se deslizaría en la habitación de Remus sin molestarse en prender la luz. Poniendo su capa de noche sobre sus pijamas y metiendo sus pequeños pies en sus zapatos, ella tomaría su mano y lo guiaría fuera de la casa, a través de las puertas del jardín y dentro del espeso bosque que conformaba su pequeña casa.

Mientras trabajaba, Serena Lupin entonaba canciones Muggle de su infancia a su hijo Remus a la vez que este brincaba salvajemente a su alrededor, uniendo su alta e infantil voz de soprano, y observando la sombra de la luna mientras esta parpadeaba sobre las copas oscuras de los árboles.

Remus sabía que la magia existía- había crecido en un ambiente mágico, después de todo- pero la visión de aquella sombra plateada- azulada y el hechizante sonido de la voz de su madre parecía traerle un significado diferente a la magia alrededor del bosque. Era menos certera, pero más tangible. Eléctrica y salvaje al mismo tiempo que segura y privada.

El padre de Remus nunca se unió a sus escapadas nocturnas. Esas señas de luna era una cosa que les pertenecía solo a los dos y nadie más podía meterse en ello. Remus, siendo tan joven en esos momentos, nunca se había fijado en lo mucho que resentía a su padre el hecho de que su salvaje e impredecible mujer amará a su hijo más que nada en el mundo. John Lupin idolatraba el suelo que pisaba y Serena, en regreso, solo le daba un sentimiento de tolerancia.

Y así él observaba amargamente desde la ventana de la habitación como dos figuras danzaban de la mano en el bosque, partes de una canción Muggle desvaneciendo a su paso:

Convocando sombras de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora