Capítulo 4.

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Eres más que el hijo de tu padre, eres más de lo que te has convertido — Sleeping at last.


En la mañana, como siempre me di una ducha, me preparé de desayunar e hice mi cama.

Hice las cosas como siempre, pero algo en el aire, se sentía diferente. No sabía exactamente qué, pero sabía que algo estaba diferente.

En fin, tomé mis cosas y salí de la casa, rumbo al trabajo, como cualquier otro día. Excepto que hoy había una muy grande camioneta negra, esperándome en la entrada, al acercarme pude ver que el señor Hugo me estaba esperando a mí para subirme en ella.

—¿Le puedo ayudar en algo? —le dije al verlo, ahí parado. Como un robot que espera la orden para atacar.

—En realidad, estoy aquí para ayudarle a usted.

—Explíquese.

—He sido el asistente, mayordomo y fiel compañero del señor Marx durante casi toda su vida y ahora que usted posee todo lo de él, si así lo decide usted, también seré eso para usted. —El hombre dijo tantas veces usted que comencé a sentirme mareada.

—Primero que nada, detesto las formalidades, llámeme Ella.

—No creo que eso sea correcto.

—Si usted sabe cómo soy Hugo, sabrá que las formalidades me importan un pepino.

—Tiene razón, Ella. —Dijo él tratando de darme lo que sospecho era una sonrisa. Siempre me ha gustado hacer sonreír a las personas, con lo que sea, solo quiero que sean felices— Pero también sé que las respeta, al menos en su trabajo.

—Usted sabe demasiado de mí, Hugo, ¿verdad?

—Me temo que sí, Ella. —Bajó, la cabeza, un poco resignado.

—Bien, entonces si haremos esto creo que debemos al menos tener un auto menos llamativo, ¿no cree? Este es un barrio peligroso y algo así lo pueden robar cuando menos lo esperamos.

—Se hará como usted quiere, pero Madame, ahora que firmó los papeles de la herencia, usted puede tomar posesión de la casa del Señor Marx.

—Ha dicho usted ¿casa?

—Sí, Señorita... —lo observé molesta por haber perdido el progreso de hace un rato— Ella.

—Bien, correcto, así que no solo tengo mucho dinero, un chófer con un auto escalofriante, sino que también tengo una casa.

—En realidad tiene usted cinco casas, Ella.

Genial, es sencillamente genial.

—Cree que me puede decir más sobre eso, camino al trabajo...

—Por supuesto. —Dijo mientras me abría la puerta de la camioneta.

—¿Y qué clase de camioneta es esta? —dije al ver el interior de cuero café y todas sus comodidades. Al sentarme pude notar, lo increíblemente genial que se sentía mi trasero en ella— ¿En esto se iba el Señor Marx?

—No, el Señor Marx viajaba en una camioneta de color blanco, la suya se compró hace apenas dos días, exclusivamente para usted.

—¿Me quieres decir que él la compró para mí?

—Sí, Señorita —dijo mientras se metía en el lado del copiloto— Ella, le presento a Antonio, será su chófer de ahora en adelante, si usted así lo quiere. —Y de nuevo las formalidades.

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora