Capítulo 23.

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Son demasiadas lágrimas para ahogarlas, así que aguanta, aguanta — The Jonas Brothers.


—No puedes estar hablando en serio.

—Lo siento, sé que no debí hacerlo, pero me estaba muriendo de celos, yo estaba perdido sin ti, te lo dije un millón de veces... —se acercó a mí y lo me aparté. No soportaba si quiera que me tocará.

—No me toques —dije alejándome aún más de él— todo este tiempo pensé que era mi culpa que terminarás conmigo, me culpe, día y noche por lo que te había hecho ese día, sea lo que sea que hubiese sido, cuando fuiste tú el único que nos arruino con tus celos estúpidos y con ella.

—Lo sé, sé que no vas a poder perdonarme nunca como yo nunca me perdonaré por lo que te hice.

El comunicador de la casa sonó. Martha del otro lado anunciaba que Felicia acaba de llegar y que esperaba en el recibidor por mí.

—Discutiremos esto luego, ahora tengo que defender algo que no quiero. De nuevo.

Bajé las escaleras tragándome todo de una vez.

Una vez más tenía que ser fuerte, no importaba nada.

Nada más.

Tenía que ser fuerte.

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—Hola —le dije a Felicia una vez que llegué al recibidor de la casa.

—Hola, ¿lista para lo qué tengo que decirte?

—¿Se puede estar lista para recibir malas noticias?

—No, no lo creo —dijo ella. Giré a mi lado y vi a un Nicholas en espera de que se le explicara que hacer a continuación.

—Felicia Carmona, él es Nicholas De La Vega, mi asesor personal.

—Eres ese chico —dijo ella. Al decirlo se le iluminó el rostro.

—¿Cuál chico?

Pero al segundo ella se arrepintió de decirlo.

—Sí, ese chico —dije yo para aclararle las cosas a ella. Solo a ella— sentémonos por favor

Segundos después Christian llegó a la habitación, la tensión cuando él llegó se sintió desde aquí hasta China.

Pero como dije, nada me iba a distraer de lo que tenía que hacer.

Ni siquiera mis sentimientos.

—Puedes decirnos ¿qué fue lo que encontraste?

—Bien, vamos a eso entonces, resulta que tus sospechas si eran ciertas, una persona si está robándole a la escuela y son cantidades enormes.

—¿Sabes quién es?

—Sí, te sorprendería de lo tonta que es la gente cuando quieren cubrir sus huellas.

—¿Entonces tienes pruebas para acusarlo?

—Sí, pero no es solo una persona.

—¿Ah no?

—Son dos.

—¿Quiénes son?

—El primero es el rector de la escuela un tal Ricardo Monfort y el segundo es el contador de la escuela.

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora