Capítulo 32.

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Últimamente, me he estado sintiendo tan genial

De los pies a la cabeza, simplemente genial

Maldición, me siento tan genial — The Jonas Brothers.


Antes de que siquiera pudiera tocar la puerta, Ruth ya estaba abriéndome del otro lado, con esa gran sonrisa de siempre.

—Hola, mi niña.

—Hola Ruth, es muy bueno verte. —Dije yéndome hacia ella en un gran abrazo.

—Ni que lo digas niña, tu madre me contó de todas las locuras que has hecho últimamente.

—Por supuesto que lo hizo. —Dije asintiendo hacia ella.

—No es su culpa, solo está preocupada.

—Como yo niña. —Dijo mi abuela llegando desde otra dirección de la habitación. La habitación de la abuela, no era como una habitación normal, era más bien, en mini departamento. Llena de más cosas que mi apartamento anterior.

Estaba llena de comodidades y gustitos, propios para una anciana de casi ochenta años.

Es más, para cualquier persona, estaba segura que cualquiera que viviera aquí, lo haría de lo más cómodo posible.

—No se te olvido nada, ¿verdad? —dijo ella mientras desempacaba las cosas que traía de las bolsas de papel— como amo estas bolsas, porque las puedes reusar y así cuidas el planeta.

—Lo sé, por eso que siempre las pido cuando compro ahí.

—¿Fuiste al súper de siempre?

—Si. —Asentí tomando un frasco de pepinillos y metiéndolos en el refrigerador.

—¿Y qué te trae aquí, niña?

—¿Porque crees que tengo un motivo en especial para venir a ver a mi abuela favorita?

—Te conozco como la palma de mi mano, cariño y no es que necesites un motivo, sabes que disfruto que vengas cuando quieras, pero sé que algo te preocupa, solo por tu mirada. —tiene razón, como siempre, solo por mis ojos podía saberlo, me conocía mejor que a mí misma.

—Necesito un consejo.

—Es sobre un chico, ¿verdad? —dijo ella sabiéndolo todo con solo mirarme a la cara, como siempre.

—Tienes razón, me conoces tan bien.

—Bien, en ese caso solo hay una manera de resolver esto de una vez por —tomó el teléfono de la pared y comenzó a marcar un número muy rápido— y no estás vestida para la ocasión.

Mire hacia abajo a mi ropa y luego a la de la abuela, no me había dado cuenta de que ella y Ruth llevaban ropa ligera y bañadores debajo de ella.

Sombreros y gafas.

Estaban listas para una excursión a la piscina del lugar.


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La última vez que estuve en bañador, tenía dieciséis años, había pasado una eternidad desde eso.

Pero aun así aquí estaba, en un bonito bañador negro, con franjas azules, de una pieza.

Lo había dejado la última vez que vine aquí con mi madre, de eso había pasado un año más o menos. La única que venía aquí seguido de la familia era yo, no porque no nos gustara venir, supongo que porque nos daba culpa pensar que habíamos tenido que dejar a la abuela aquí.

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora