Capítulo 35.

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Desde que te fuiste estoy perdido sin rastro

Sueño en las noches, solo puedo ver tu rostro

Miró a mi alrededor, pero no te puedo reemplazar

Siempre estoy llorando, nena, por favor — The Police.


Cuando salí de la ducha encontré a un Nicholas más cómodo y relajado. El hombre se había quitado los zapatos, calcetines, pantalón, corbata y la camisa que yacían en el mismo sillón donde lo encontré unos minutos atrás doblados y planchados con las manos de manera pulcra.

—¿No me tarde demasiado tiempo en la ducha?

—No.

—¿Y qué hiciste mientras estaba ahí?

—Solo veía tus viejas fotos alrededor del cuarto —ahora, en sus manos tenía una de ellas, mi favorita, una donde Celine y yo éramos Bonnie y Clyde por Halloween.

—Esa es mi favorita —le dije yendo a su lado en la cama. Normalmente cuando me duchaba, no secaba mi cabello a menos que fuera a salir a alguna parte, por lo que no vi porque habría de cambiar eso ahora.

Puse una toalla alrededor de mi cabeza para absorber el exceso de agua en mi cabello y luego me senté a su lado en la cama.

—¿Quieres contarme qué pasaba en esta foto? —dijo él genuinamente interesado.

—Era Halloween, yo tenía unos catorce años y Celine tendría unos seis o siete años, estábamos discutiendo que nos pondríamos, hasta que la abuela María dijo que debíamos ser Bonnie y Clyde porque siempre hacíamos un buen equipo cuando se trataba de hacer travesuras, las dos nos miramos y supimos que debíamos de serlo, el resto está en la foto.

—¿Tú abuela María es la madre de tú padre?

—Sí, la madre de mi mamá se llama Martha.

—Cuéntame más de ti.

—¿Qué quieres saber?

—Todo, pero no quiero presionarte.

—Podemos jugar al juego de las diez preguntas.

—¿Al qué?

—Por favor, ¿no me digas qué nunca has jugado a ese juego?

—No, ni siquiera se dé qué me estás hablando.

—No te creo, era un juego muy común cuando éramos más chicos, lo siguiente que me dirás es que no sabes que es stop.

Él me miro auténticamente confundido.

—La verdad no sé de qué estás hablando.

—¡Oh dios! ¡No puedo creer que estoy saliendo con un chico que no sabe que es el stop!

El rió a mi lado.

—Lo siento, pero mi infancia no fue como la tuya —ahora veía, que sí que teníamos diferencias, después de todo Nicholas había sido criado con dinero y en las mejores escuelas de la ciudad. Y yo había estado en el sistema público desde que abrí los ojos a este mundo, más o menos.

—Oh dios, tengo tanto que enseñarte...

—Mírame como tu proyecto para hacer en tú tiempo libre —dijo él acomodándose aún más cerca de mí, en la cama.

—¿Cuál tiempo libre? —dije riendo.

—Dime algo más de ti.

—Me gusta el pastel de chocolate.

—¿Alguno en particular?

—Mientras sea pastel, todo está bien.

—¿Cuál es tú mayor miedo?

—Siguiente pregunta —gracias a Dios, el ya no dijo nada, no me dirigió ninguna mirada lastimosa, solo cambio de pregunta.

—¿Cuál es tú color favorito? —pensaba que él sería como todos los demás a mi alrededor, pensaba que querría saberlo más que nadie en el mundo, pensaba que presionaría más. Pero él no lo hizo. Simplemente cambio de tema.

Lo quise más por eso, pero no se lo dije.

No quería que pensará que era una intensa de lo peor.

—Magenta.

—Eso es rosa, ¿no?

—Sí, es un tono en la gama del rosa.

—¿Porque te gusta ese?

—Porque no es común dar con él, tienes que mezclar varios colores para darle y sí te pasas quedará como negro o gris.

—Es difícil llegar a el —dijo él— como a ti.


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Desperté como nunca en mi vida. Había dormido antes con algunos chicos, no soy una santa, tengo mi pasado, he estado con uno que otro, tampoco son tantos.

Pero lo que nunca había experimentado es dormir con ellos.

Había tenido sexo con ellos, pero dormir, solo dormir, era un tipo de intimidad que nunca había experimentado.

Al menos no a propósito.

Abrí mis ojos, pero no me moví, solo me quedé ahí, inmóvil.

Junto a él, recargada en su pecho desnudo y moreno, vi como su respiración iba y venía, vi como el no roncaba, vi como respiraba tan plácidamente.

Era una autentica obra maestra el hombre.

—Si sigues viéndome así, mi belleza se desgastará —dijo él sin abrir los ojos.

—No me importaría, la verdad —le dije sonriendo.

—Lo sé, eres la única chica a la que algo así no le importaría —entonces abrió sus hermosos ojos verdes para mí, solo para mí.

—Hola —dijo yendo hacia mí.

—Hola —dijeron mis labios al encontrarse con los suyos.

—Supongo que tienes trabajo por hacer hoy.

—¿En sábado? Sí, claro...

—Yo si —dijo él. Esperaba que dijera que no, que dijera que pasaría todo un día conmigo, que tendría tiempo para nosotros, pero no lo hizo.

—Tienes razón, deberíamos levantarnos.

—No, espera, quedémonos un poco aquí, solos los dos, juntos en tu cama

—Tendremos que levantarnos un día, vaquero.

—Sabes no tengo nada que hacer a partir del desayuno...

—Pero creí que dijiste que tenías algo que hacer hoy...

—Sí, pero bien puedo zafarme de ello en un dos por tres para pasar algo de tiempo con mi chica —de acuerdo, tenía que admitir que no solo me emocioné por el hecho de que él quisiera pasar más tiempo conmigo, sino también porque me había llamado "mi chica".

—¿Y qué es eso tan importante que tienes que hacer?

—Un desayuno con mi madre.

—Oh...

—Sí, y no quisiera tener que llevarte aún, sobre todo si no estás lista para ello.

Lo pensé antes de siquiera darme cuenta que lo estaba diciendo.

—Puedo ir si quieres que vaya —¡mierda!

—¿Estás segura?

—¿Me vez titubear? —¡sí, si veme titubear! Vamos, ve que me muero de nervios de que me presentes como la chica con la que estas saliendo solamente.

—No.

—Bien, porque no lo estoy haciendo, por supuesto que me encantaría ir a desayunar con tu madre —sí, igual que me gustaría tirarme de un auto en movimiento.

¡Dios mío!

¡Mátame por favor!

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora