Capítulo 8.

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Todos quieren conquistar el mundo — Tears for Fears.


Al día siguiente yo tenía asuntos que atender antes de que mi familia llegará, por lo que le pedí a Hugo que me ayudará para terminar más rápido.

Celine estaba ahora desayunando en la cocina y siendo entretenida por Martha que no dejaba de hacerle preguntas, sobre todo.

—Hugo ¿estás seguro de que esta estas son todas las propiedades del Señor Marx?

—Sí, Señorita, sus casas, empresas, departamentos etc, etc....

—Son demasiadas diría yo —repasé la lista de arriba abajo y vi cada una de las locaciones de las propiedades— ¿Quién necesita una casa en Las Vegas o en Miami?

—Bueno el Señor tendía a tener estancias prolongadas en Las Vegas, cuando iba con sus amigos —algo en la manera que dijo "estancias prolongadas" hizo que todo tuviera sentido, el hombre usaba estas "casas o departamentos" para fines recreativos— y algunas otras como la casa en Miami, son solo para negocios, debido a las empresas que posee en el lugar.

—Así que básicamente tiene una casa en cada lugar en donde tiene una empresa.

—Yo no diría eso, porque eso sería absurdo, es un desperdicio dinero, como diría él, pero sí posee unas cuántas en los lugares más importantes.

—¿Y yo puedo deshacerme de algunas de ellas?

—Claro, después de todo, es su dinero y son sus propiedades señorita.

Entonces caí en cuenta de un gran elefante en la habitación que necesitaba ser sacado de manera inmediata.

—¿Hugo? —pregunté.

—¿Sí, Señorita? —respondió él.

—¿Tú quieres trabajar para mí?

—Por supuesto, Señorita.

—No realmente quieres estar aquí, trabajando para mí, ¿escuchando mis quejas y atendiéndolas? No quiero presionarte, si tú tienes otro plan, puedes decírmelo, no me enojaré.

—Señorita créame que sí yo no quisiera estar aquí, no lo estaría, sería sincero y se lo diría, yo quiero estar aquí y no porque le deba algo al Señor Marx, sino porque sé que usted es una buena persona para la que vale la pena trabajar.

—Gracias, es usted un excelente ser humano.

—Se hace lo que se puede señorita, se hace lo que se puede. —Dijo mientras me sonreía.

—Creo que lo primero que debo hacer es vender las propiedades que no les daré uso.

—Excelente decisión, siempre le dije al Señor Marx lo mala idea que era tener tantas propiedades para usarlas una vez al año.

—En eso estoy totalmente de acuerdo, además creo que necesitaré a un nuevo abogado.

—¿Un abogado? Pero usted ya tiene uno.

—No, el Señor Marx tenía uno, pero yo no lo conozco y tengo motivos para no querer hacerlo.

—¿No me diga qué se quiso propasarse con usted?

—No tanto como eso, pero.... —estaba dudando en sí confiar en Hugo también, después de todo era un empleado anterior de Santiago y quién sabe que más estaba escondiendo, pero por otra parte él había sido bueno y atento conmigo, por lo que se merecía lo mismo viniendo de mí— lo escuché hablando con un colega sobre que tenía que ser atento conmigo y enamorarme para sacarme todo el dinero que pudiera, como sí yo solo fuera un objeto.

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora