Capítulo 6.

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Un día sabré, si voy allá, no se sabe qué tan lejos voy — Alessia Cara.


No sé sí alguna vez mi vida será lo que quiero que sea, pero sí quiero lograrlo algún día tengo que poner manos a la obra ya.

—¿Y ahora a dónde vamos? —le dije a Hugo.

Después de haber recorrido todo el lugar habíamos subido de nuevo al auto para ir a otro lugar, pero hasta el momento él no me había dado más detalles de eso. Llevábamos poco más de cinco minutos dando vueltas por avenidas y camellones que no conocía mucho y eso estaba comenzando a inquietarme más de lo normal.

—Si le digo no va a querer ir.

—¿Me vas a llevar al Dentista? Porque ese es un lugar al que definitivamente no quiero ir.

—No —contestó el hombre riendo un poco— pero sé que una vez que esté ahí, le gustara.

—A una Librería, Dulcería, Pastelería... —dije tratando de adivinar, mi padre solía decir que cuando me comportaba así era porque mi niña interior me dominaba de más—. Ya sé, ¡A la Pizzería! —grité.

Y aunque mi madre solía odiar ese comportamiento tan infantil, para mi padre era como comer un buen pedazo de pastel, dulce y amargo al mismo tiempo. Lo mejor de dos mundos decía mi padre cuando le cuestionaban por mi personalidad. Lo mejor de mi padre y de mi madre.

—No —dijo sin poder contener la risa ahora. Incluso escuché a Antonio reír un poco también, después del día tan horrible que había tenido, la risa de esos dos era el mejor sonido en el mundo para mí.

Todavía estábamos riendo cuando la camioneta se detuvo y a mi lado derecho y una casa deslumbrante me sonreía desde la ventana del pasajero.

—Esa es... —me quedé sin palabras mientras Hugo me ayudaba a bajar de la monumental camioneta.

—Esa es la casa del Señor Marx.

—¡Pero sí esto es una maldita mansión!

—Bueno, ahora es su mansión, sí la quiere...

—¿Podemos entrar?

—Por supuesto. —Avanzamos un poco y en una pared de color gris se encontraba un pequeño espacio, un cuadrado un poco más ligero que la pared y dentro un panel para accesar a la casa— Sí usted decide vivir aquí, tendrá un código personalizado para entrar, por el momento el que hay es 5513.

—¿Qué significan esos números?

Debo decirlo, me lo esperaba, lo vi venir pero eso no significaba que me gustará mucho la idea.

—Eran los números favoritos del Señor Marx. —Dijo Hugo dejándome entrar primero.

Porque que casualidad, esos eran mis números favoritos también.

Vaya que el Señor Marx había investigado bien a mi persona. Genial. Respondí con sarcasmo hacia mi persona, claro en mi mente todo.

La casa era gigantesca desde afuera, pero sin duda alguna era una cosa sacada de otro planeta por dentro.
Contaba con cuatro plantas, una era por debajo de la tierra lo sabía porque no se veía a simple vista pero al entrar en la primera puerta se podía apreciar el acceso que te llevaba a ella, a manera de sótano y era lo mejor del mundo.

—¿Cuántas habitaciones tiene este Lugar? —pregunté sin aliento.

—Ocho, cuatro en la planta superior, dos en la media y dos en la de inferior —dijo Hugo mientras esperaba a mi lado, listo para mostrarme todo y contestar todas mis dudas.

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora