Capítulo 12.

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Bienvenido a la Jungla — Guns n Roses.


No salí de ahí hasta la tarde, cuando el hambre me obligó a bajar a la cocina.

Y cuando lo hice, mi conciencia ya me estaba esperando en forma de Hugo, Martha y la Chef María.

Los tres estaban esperándome, sentados en la mesa de la cocina, tomando café, esperando a ver que decía, o quizás iban a prenderme fuego, todo podía pasar.

—¿Me das un té?, Martha.

—Sí, señorita.

—¿Quiere explicarnos qué pasó hoy en la tarde?

—¿Tengo qué? —pregunté haciéndome bolita. Me llevé las piernas a la silla y las escondí debajo de mi trasero, sientiendome mal.

—No, pero sí debería de hacerlo, por lo menos a su abogado Christian, quien no ha dejado de llamar muy preocupado por usted. —Dijo Hugo tratando de no sonar demasiado cruel o quizás solo estaba preocupado de que ya me hubiera vuelto loca como su jefe anterior.

—Lo llamaré después de comer algo.

—¿Qué le preparo, Señorita? —dijo la chef dándome una sonrisa media.

Su pequeña muestra de cariño, de preocupación me desarmó.

Había pasado todo el tiempo que estuve encerrada en el clóset sin hablar, sin llorar, sin decir nada, sin pensar si quiera. Fue como si me hubiera desconectado por completo.

Pero tenía que pasar tarde o temprano.

—Lo siento, yo no quería... —dije tratando de no llorar.

Pero al final, las lágrimas se me escaparon.

—Es un idiota, no debería de estar llorando, pero es que me da coraje que se la haya querido jugar de esa manera. —Dije entre sollozos.

—Explíquese un poco mejor. —Dijo Hugo.

—Él y su familia han sido malos con la mía desde tiempos memorables, además él siempre ha sido grosero conmigo, desde que íbamos en la escuela, estuvimos siempre en las mismas escuelas y clases —Hugo me paso un pañuelo.

—¿La pregunta es porque su familia se lleva tan mal con la suya? —dijo Martha a mi lado, vino y comenzó a pasar su mano por mi espalda, en un esfuerzo para hacerme sentir mejor.

—No lo sé, eso es lo peor de todo, solo sé que, si le doy la universidad que es lo que quiere, mi abuelo y mi padre van a salir de la tumba para llevarme con ellos.

—Por eso se fue de ahí tan precipitadamente...

—Sí, él debía de saber quién era yo nada más saber el nombre de la dueña de la escuela, pero supongo que lo paso por alto porque nunca signifique más que un error en el camino de él —tragué saliva al decir esas últimas palabras, porque era así. Lo sabía, pero aun así no me gustaba admitirlo nunca para mí misma—. Pero entonces lo vi ahí y en cuanto supo mi nombre, supo quién era yo y aun así quiso seguir. No lo resistí.

—La entiendo. —Dijo Hugo asintiendo hacia mí.

Pero no era así, nadie lo hacía al final.

—Usted lo amo, ¿verdad? —dijo Martha a un lado mío.

Eso fue suficiente para mí, si ellos podían verlo, el también algún día.

Y no podía permitirme eso.

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora