Capítulo 29.

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Di mi nombre y todo se detiene

No te quiero solo como un mejor amigo

Solo compré este vestido

para que puedas quitármelo — Taylor Swift.


Cuando estás borracho tus inhibiciones salen volando por la ventana, no estaba segura porque o como, pero sabía que solo borracha podía pasar lo que tanto quería y tanto temía.

Y lo que estaba pasando ahora.

No recuerdo exactamente como, pero ambos llegamos a la que es la casa de Nicholas, su casa de soltero.

No pude ver mucho entre beso y beso.

Cada vez más y más apasionados.

Recorríamos con ellos todo lo que la mirada del otro no nos alcanzaba.

Pero de algo sí estaba segura, y es que mientras el poco bajaba el fino cierre del vestido que llevaba esa noche, era que tanto mi corazón como mi cuerpo solo le podía haber pertenecido a él y solo a él.

El me giró antes de que algo más pasara entre los dos, se separó y al mismo tiempo me ayudo a detener mi vestido para que este aun no cayera al suelo.

—¿De verdad quieres esto? ¿aquí? ¿de mí?

—Cállate. —Volví a decirle mientras dejaba caer el vestido al piso por fin y me iba de nuevo hacia él.

No quería pensar más en los demás, en los recuerdos de un pasado que cada que lo revivía dolía más, no quería sentir que estaba sintiendo algo que no debería.

No quería la culpa en un momento en el que las caricias debían de ser la máxima prioridad, debían de ser poco a poco, debían de ser todo.

El recorría poco a poco con sus manos todo mi cuerpo, tocaba delicadamente entre los recovecos, las líneas del tiempo y de la flexibilidad de una mujer de veinticinco años.

Besaba mis manos, mis brazos, mi cuello y en cada uno de ellos me hacía estremecer y ansiar más y más sus labios en mí.

Así que esto era hacer el amor, no es que antes no hubiera tenido esta clase de intimidad con alguien, solo era que nunca nadie me había tocado de esta manera, con tanto detalle, con tanto amor en cada espacio.

Con cada beso como debía ser.

En el lugar que debía ser.

Aunque aun así no quería decirle por lo que era.

Nunca me perdonaría eso.

Así que, en cuanto deje de pensar, la lujuria llegó.

Y lo demás es historia.


<<>>


Los primeros rayos de la mañana llegaron pasada las seis de la mañana, después de lo que había pasado en la cama de Nicholas, no pude dormir.

Más bien, no quise dormir. No quería tener que despertar sintiendo culpa. Quería sentir todavía, si podía, todo lo que habíamos hecho.

Cada caricia, cada beso, cada cosa, cada movimiento.

Porque tendría que negarlo todo en cuanto él se despertará.

Teníamos que aceptarlo, era la realidad para los dos.

Éramos enemigos, aunque no nos gustara, nuestras familias eran enemigas.

Aunque no nos gustará.

O

Aunque ninguno de los dos supiera el verdadero motivo por el cual éramos rivales.

Eso era lo que más me mataba de esta situación, yo lo amaba y sabía que él sentía algo fuerte por mí, no estaba segura de que era, pero sabía que no importaba cuanto lo quisiera nuestros caminos siempre se estarían encontrando.

Me gustará o no. Me giré hacía a él para verlo, no quería tocarlo, pero no pude evitarlo, recorrí con mi mirada, suavemente todo su cuerpo.

Bien formado, de un color precioso, moreno canela, decía mi abuela. Era un hombre bellísimo por donde lo vieras, desde la punta de los pies hasta el último cabello de su cabeza.

Recuerdo cuanto me gustaba tocar su cabello cuando éramos unos niños, pasaba siempre que podía mis dedos entre sus salvajes rizos.

Cuando cumplió siete años, su madre le dio su corte de cabello más definitivo y ahí sus rizos se habían casi ido para siempre. Decía casi, porque ahora mismo, si lo veías de cerca, aún seguían ahí, ellos luchando para salir, de sí o sí.

Sabía todo de él, y él ni siquiera sabía muchas cosas de mí.

¿Cómo puedes amar a alguien tanto?

Al grado de qué, si no lo tienes cerca, ¿sientes que no puedes respirar?

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora