Capítulo 24.

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¡Hola, mundo soy tu chica salvaje

Soy tu CH CH CH CH CH Cherry Bomb! — The Runaways.


Los dos dimos un paso adelante tratando de llegar hasta la oficina de mi hermano. Sabía que era lo correcto, pero dentro de mí me estaba muriendo de miedo.

—¿Estás bien? —me dijo Nicholas. Me había detenido en la puerta del Sargento Martínez. Mi hermano era sargento desde hace unos dos años apenas, y desde su nombramiento yo no había estado aquí.

No porque no estuviera feliz por él, sino porque no estaba segura de que él me quisiera aquí.

—Sí —y también porque esa última vez que estuve aquí, él se la paso regañándome una vez más porque había dejado la academia de policía.

Toqué la puerta y del otro lado escuché como él respondía, hice lo correcto y pase.

Ambos entramos a la habitación y cuando él levanto la mirada, no sé por quién estaba más sorprendido.

Sí por Nicholas o por mí.

—Hermana. —Dijo finalmente demostrando nada en su voz o rostro.

—Hermano.

—Creo que a nosotros no nos han presentado, soy Nicholas.

—De la vega, sí, se quién eres.

—Déjame adivinar ¿también me odias?

—No, yo sí creo que el odio hacia tu familia no debería aplicarse en las generaciones presentes o futuras.

—Al fin un hombre razonable. —Dijo mirándome con una gran sonrisa en el rostro.

—¿Qué les trae por aquí? Hermana.

—Basta con eso, necesito tu ayuda, es grave.

—¿Qué tanto? —dijo él sonriendo ahora. Y ahí estaba mi hermano, mi amigo, mi cómplice en todas mis travesuras de pequeño. Si podía apelar a su lado suave que rara vez sacaba, podía lograr que al menos me escuchará.

—Podrían perder su trabajo unos ladrones de cuello blanco o yo podría perder la poca credibilidad que aún me queda en esta sociedad.

—Tu mamá me dijo lo de tu nuevo benefactor, ¿se trata de eso?

—Un poco, resulta que una de las jugadas que mejor se le dieron a mi benefactor, fue la de comprar la universidad para que la trabajará, y ahora en lugar de ser una asalariada más, soy la dueña.

—¿Y qué tiene que ver eso con robo de cuello blanco? Siéntense por favor. —Hicimos lo que él dijo sin dudar.

—Mandamos a hacer una auditoria interna secreta para revisar las finanzas de todos los negocios que poseía el Señor Marx —mi hermano me dio una mirada confundida— es mi benefactor, pero resulta que los únicos números que no cuadran, son los de la universidad.

—Por alguna razón, que ahora sabemos, los números están ahí y parece como si siguieran aumentando, pero al comprobar ingresos y egresos resulta que no se sabe a dónde se va. —Dijo Nicholas a mi lado.

—Así que dices que alguien de adentro le ha estado robando el dinero de la escuela. —Respondió mi hermano, mientras se reclinaba en su silla detrás de su escritorio. Mire la placa en él y me llené de orgullo, al ver que una persona tan capaz como él estuviera ahí, representando a mi padre.

—Y de los trabajadores, porque hasta donde sé, si tanto dinero no esta, también es dinero que le corresponde a los trabajadores. —Dije yo.

—Absolutamente, pero ¿qué puedo hacer yo en ese asunto?

Está vez, vas a quedarte. Bilogía: Segundas OportunidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora