64. Medidas desesperadas

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Siempre tuve miedo. Es natural estar asustado al pensar que perderás la cosa más preciada del mundo. Pero no tengas tanto miedo. (...) El amor te cambia. El amor cambia el mundo. Creo que no puedes perder ese amor, no importa cuánto tiempo vivas. Confía en el amor. Confía en él.
(The red scrolls of magic)


Se cumplía una semana de lo sucedido en el reino FOIRFE, de que Magnus huyera de Robert y sus hombres utilizando magia –después de que, todavía no sabía cómo, Robert lo hubiera debilitado–, de que Robert anunciara que la prometida de Alexander estaba embarazada y utilizara al supuesto heredero como estandarte de guerra.

La Guerra, la inevitable guera entre “Perfectos” y Libertos, comenzó.

Alec había cumplido ya dieciséis años, mientras que –en esa misma línea del tiempo– Magnus tenía ya dieciocho.

Una semana y Alec no despertó.

* * *

—Tengo que intentarlo —Magnus le dijo a sus amigos.

Ragnor, Raphael y Catarina estaban en su carpa, tratando de disuadirlo.

Catarina, la más razonable de ellos, negó. —Magnus, es muy peligroso. Prácticamente estás yendo, llevándolos a ti y a Alec, a la boca del lobo.

Magnus presionó con fuerza la mano de Alec que sostenía entre las suyas.

Habló sin mirar a ninguno de ellos, su mirada no se apartó en ningún momento del rostro de Alec, de su niño; no quería perderse cualquier cambio que hubiera en él:

—Tengo que hacerlo, Cat. Tú no entiendes. Ha pasado una semana y no hay cambios en él. Lo siento, su dolor, su presencia, está ahí en el fondo, la voz, la llama apagada y débil. Alexander sigue vivo, pero se está protegiendo tanto del dolor que incluso yo no logro que me escuche. Siento la agonía de su alma porque es también la mía. Es mi predestinado y su dolor mejor duele a mí también.

—Pero, Magnus...

—Catarina, el tiempo está pasando. No puedo esperar por siempre, porque eventualmente Alexander se perdería tanto como para no encontrar el camino de regreso. No puedo ir a la Guerra ni esperar a que venga a mí, si solo estoy pensando en él. Ustedes, mi Comunidad, mi gente, merecen más de mí. Todo de mí. La cosa es que sin Alexander no soy nada.

—Magnus...

—Tengo que hacerlo. Creo que si volvemos a donde empezó todo; si logro conectar lo suficiente con él para decirle que estoy aquí, para recordarle cada paso que hemos dado, para que me sienta, entonces puedo lograrlo...

—¡¿Y para eso vas a ir al FOIRFE de nuevo?! —Catarina preguntó a gritos.

Hubo un ligero movimiento fuera de la carpa de Magnus.

Raphael, con sus manos fuertemente unidas a las de su predestinado, frunció el ceño y miró a la cortina que todavía se movía un poco.

Catarina siguió hablando: —¿No puedes hacer eso aquí, sin tener que ir precisamente el lugar más peligroso para ti? De entre todos los rincones del Reino Perfecto, ¿irás a la mansión Lightwood? Los "Perfectos" no creen en el amor libre, no creen en la magia, no creen en las almas gemelas; si los atrapan, te van a matar, Magnus, porque ellos no entienden que un predestinado no sobrevive sin su igual, que si mueres Alexander también.

—Y si él no regresa, yo no quiero seguir, Cat.

—Magnus...

—La Guerra comenzó y no puedo dejar que sigan sin mí, que mueran por mí. Pero no puedo hacer nada si no recupero a mi niño. No te preocupes, tendré cuidado, Robert y los demás están ocupados con la guerra, nunca esperarían que vayamos justamente ahí, y la reina Maryse y Esperanza van a esperarnos dentro y ayudarnos...

Antes de que Catarina objetara de nuevo, Magnus habló, deteniendo a Raphael que estaba por salir porque estaba seguro de haber escuchado pasos afuera:

—¿Y ustedes no intentarán detenerme?

Raphael se detuvo, tal vez sólo era su imaginación. Nadie, ningún Liberto, estaría espiando a su príncipe. Quizá sólo pasó alguien afuera por casualidad. Ya no se escuchaba nada.

Él y Ragnor se miraron. Fue Ragnor quien habló, atrayendo a Raphael para un abrazo: —Te amo, Magnus, eres mi mejor amigo antes que cualquier otra cosa. Te respeto por tu origen, por tu poder, claro, pero sobre todo por quién eres, quién demuestras ser. Daría mi vida por ti sin dudar —Raphael lo abrazó con fuerza, pero no lo detuvo— y no quiero que nada malo te pase... Pero si fuera yo en tu lugar, si fuera mi Rapha, creo que haría eso y más.

Catarina gruñó.

Magnus sonrió un poco. “Cuando conozcas a tu alma gemela, entenderás.”

—Entonces está decidido. Déjanos, al menos, acompañarte. ¿Cuándo lo harás?

Magnus besó la mano fría de Alec. —Hoy. Esta misma noche. No puedo esperar más.

* * *


El encapuchado afuera de la carpa de Magnus, que había estado escuchando todo, se fue entonces.

Ya sabía lo que necesitaba.








* * *

¿Listos para lo que se viene? ¿Qué piensan de la idea de Magnus? 🙈

¿Y quién será el espía?

Qué prefieren, ¿un pequeño maratón o que el siguiente sea un capítulo largo?

Gen H (Malec)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora