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¿Y qué de este hormigueo en la mollera?
Crepita con fiebres de frío.
Mis extremidades se sacuden,
los dedos de mis pies helados gimen, crujen,
la hendidura en el pecho palpita
queriendo decir algo
y no comprendo.

¿Qué dice así el llanto?
El castañeo de dientes.
Soy inocente.
Solo unas manos abiertas
alzadas, que ruegan por la paz.
No la mía.
Por las de aquellas voces que se alzan
dentro, tan hondo
y dicen Óyeme.

Yo te oigo, quiero decir a todos.
Pero da la impresión,
así, en medio del frío, de la medrana,
que no me escuchan ellos a mí.

Yo te oigo, Ángel que caes lejos.
Voy contigo, con mis alas cortadas antaño,
ora renaciendo, viviendo.
No morirás para siempre, les quiero decir.

Pero tengo la sensación,
allí, en la quietud de la medianoche,
que solo los cuervos, los dioyes,
algunas aves nocturnas pueden oírme.
Oigo sus graznidos, sus ayes, sus síes, sus noes...

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora