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Manos creadoras que abrazan a sus polluelos
bajo aladas intenciones de amor.
Que ven lejos y entienden el pulso que recorre la superficie terrena
y dibujan trazo a trazo lo que sueñan.
Porque sueñan estas manos
y escriben en huellas indelebles,
con signos graban lo inefable
para aquellos que pudieran encontrarlo.

Manos que se unen,
blancas, sin dolores,
a ustedes canto esta noche.
Pidiendo, procurando un pacto de amigos,
de lealtad con eternidad incluida, sin ceguera.

Tienen estas manos una historia propia,
con sus precipicios y barrancos,
con acantilados,
con abismos.
Historias con moralejas dichas en cicatrices.

Mira, mira qué lumbre.

Las manos de un asesino, de un mártir,
de un agricultor, de una madre, de un amigo.
Las manos tiernas de un amante eran estas.

Y el trazo que realizaban, su curso,
giraba entorno a un círculo,
a la cicatriz del inicio y esa timidez primigenia,
el temblor y el llanto, el frío,
seguido de un susurro, una sonrisa
y la seguridad de unos brazos.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora