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Una paloma blanca,
elemento y significado de paz,
surcó el firmamento de almas.
Llevaba en sus alas un tratado de amistad,
para esa chiquilla extraviada de mí,
para la niña inmortal que es deidad,
que calló porque pensó que así
se salvaría de morir.
Sin saber que no era posible
ni matarla, ni silenciarla, ni hacerla dejar de ser.
Sus códigos de existencia eran
arte y ciencia, alta revelación que no caduca,
creatividad de origen excelso,
posible misterio con voz,
dignidad sin necesidades.
Aquella niña era una canción
que al ser pronunciada, oída, vivida,
servía de bálsamo a los sentidos que sustentan
el vivir y la conciencia,
daba razón de ser al viento
y este hacía de mensajero a su son.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora