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Que no se enojen los astros si halago tu semblanza
de exquisita juventud y así te añoro.
Echo de menos un saludo donde pasado,
presente, futuro y lo intermedio
se entremezclen sin apellidos.
Que no se enfaden las cordilleras celestes,
ni la estera del cielo,
ni la mancha do se sumergen los violgues,
con la confianza de un dios que vaga a placer.
Es mi pasión sin mesura, confieso.
Es mi verso el de un ser desprendido
del cordón umbilical del raciocinio.
Mucho no entiendo
y dentro de poco
(a la vera de mi sepulcro me he visto)
mucho menos entenderé.
No con sentido, ni con riendas.
Si hablo es para dar forma a un sentir
que poco a poco, en medidas de avalancha,
se ha vuelto implacable, superior a mí.
Un día me domeña en alma, satisfecho.
Al otro me desemperezo y progreso,
sabrá a dónde otro, no yo.
Yo solo viajo en esta honda,
vertiginosa genuflexión.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora