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Perdóname, te pido, los latigazos aquellos.
La incomprensión sin mesura,
el peso del otro, ¡qué yugos!
He de lavarte cuidadosamente
las heridas, las mentiras de otros creídas,
el abandono sin fin que en ti pací, que en ti viví.
Librémonos del pesado grillete
que nos pusimos. ¡Volemos!

Mira, mira qué lumbre aquesta,
de cielos tantos vividos.
Esta es mi estera, mi baño de plenilunio soñado,
mi querer muy bien querido.

Perdóname, alma y querube,
fuego y sombra, nobleza y ausencia,
abismo y esperanza,
y quédate conmigo.
Comencemos de nuevo.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora