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Esta era mi pasión de antaño,
mi té, mi cobertor, y mis retratos,
los que adornaban el saloncito de recuerdos.

Había hamacas allí, y sillas colgantes, y plantas
algo marchitas, incluyendo los cactus.

¡Ah, mis cactus! Espinados todos, callados ellos.

Había allí maullidos, ecos fantasmales, y graznidos de ave.
Y de un lado a otro, entre los espectros
que causaba el cortinaje,
vagaban sombras y rumores...
los de la belleza de esa triste soledad.

Yo allí era otra parte de la ornamentación,
la más propicia cuya paciencia,
entre mitos, obtuvo renombre.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora