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Yo, reverente, conciliador de nuestros labios,
paciente en lo tocante a la querencia de ti,
esgrimo un roce, de los que descubren la esencia.
La tuya, Sombra, era de mártir.

De alma preñada.
De celajes sin rumbo. Desperdigados.

Y mi roce una aventura para ti.
Una bondad sin precio que te dotó de universo.
Mi roce que te preñó, te cegó también,
y ora errante te concibo,
en callejones te contemplo.

Mi alma de sombra perdida se apiada de ti, sombra mía.

Mi alma de sombra perdida se apiada de ti, sombra mía

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***N/A***

Estamos justo en la mitad de este compartir poético, en las primeras cincuenta partes. ¡Gracias por leer! 🙏❤

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora