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Hendidura pectoral sin fin,
pido piedad.
O una vislumbre de mi sueño
hecho real, una visión,
una respuesta, una señal.
Hendidura, tú, deidad.
Cerradura de infinitos,
Quirón en casa de la madre,
dolor de dolores,
estertor que no termina, puñal.
No era queja esta la mía,
ni luctuosa canción,
no era quebranto, ni llaga,
ni pena sin gloria.
No era mi flébil historia
motivo de desazón o congoja.
No era una hoja vacía, cenicienta,
no era osamenta de muertos,
ni excrecencia sin nombre.

Era más bien celosía sin encierro,
abismo de muchos pronombres,
retintín de un eco no humano,
un aplauso que resuena en el tiempo.
En la historia de los hombres.

Esta es mi alma,
genio, ausencia y ángel,
me presento.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora