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Miran allén los mirones,
los de ojos gigantes para comer mejor,
los chacales, los buitres, las hiedras.
Miran también los curiosos que perdidos
buscan, acaso, un amor.
El tuyo es siniestro, en hondura letal.

Atroz.

Y sin embargo, no tanto.

Muerto, así, te he sobrevivido,
vestido de gris, quizá, te he mirado de frente,
Te he amado, sí, ciegamente triste,
y he concluido, a fuerza de guillotina,
(o eso trato, oh contradicción)
aquella obsesión de pozo,
de saturnina impiedad.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora