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Crecerá mi flor de buen capullo,
la dadivosa, la perlada en honores,
la que sabe de hijo, mijo y abrigo.
Crecerá allende, en mi morada de albores,
donde la lluvia cae serena.
Y el cielo se extiende límpido,.

Puede no sonar lúcido.
Mas he visto la aurora de aquel primer vestigio,
de la promesa una garantía conservo.
Inasible, aun.
Alcanzada ya por la no razón.
Daré de probar al que pueda trascender la frontera.
Dar lo que pida al que se atreva a ver,
como los que en realidad no ven.
Ver sin ver, eterna paradoja que no añeja.

Hubo, hay y habrá que andar por ese sendero
que no considera atajos, ni evasiones.
Y no lo digo yo, nadie.
No lo dice un hombre, ni carne.
Sino aquel sigilo a la vera
aquel resto de eternidad esperando.
Alguno que ha visto más allá,
sin todavía llegar a alcanzarlo.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora