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Y dos manos se encuentran,
se hallan, asombradas,
no se esperaban.
Es un trozo de lo inmenso
oculto entre aquellas manos
sostenidas en defensa,
en entrega, y recompensa.
Porque fue duro.
Pero la noche pasa,
la más cruda y la más fría,
la más larga, la más negra,
no hay noche que por muy fiera no cambie,
ni que por amarga se resista ante aquesta dulzura,
la del silencio cálido y asombroso del alba.
Allí, a esa hora crepuscular,
punto extático para hallarse,
dos manos entrelazadas son un único baluarte
son imponencia de la inefable.

Así se unieron las nuestras.
Y así yacen.

Aquestas plumas de otoño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora