XIV

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-Vaya, princesa...no cumpliste tu promesa.

Me quede de piedra al escuchar su voz, cerré mis ojos para tener la esperanza que al abrirlos su voz fuera un producto de imaginación.

-Me siento muy decepcionado. Creí en ti, Aisa.

Si antes lloraba con fuerza, no sabía entonces que es lo que estaba haciendo ahora, cascadas eran lo que salían de mí. Su voz era real, todo era real. No soy capaz de voltearme, no soy capaz de mirarlo a los ojos, no puedo hacerlo.

Todo estaba en un silencio espeluznante, nunca había experimentado tanta tensión en mi vida. Estaba entre la espalda y la pared. Daba por hecho que todo estaba perdido, ya él me había descubierto, ya no tenía sentido huir. Ya no podía ser libre.

Decidí abrir los ojos, el miedo recorría mis venas, estaba aterrada. Lo primero que vi fue a Matías, estaba pálido, su rostro estaba lleno de sudor, tal vez el mío estaba así o peor. Su mirada lo decía todo, decía que corriera, que huyéramos, pero no podía.

Estaba paralizada.


-Aisa, vamos, corre.- susurro Matías. Me tendió su mano, lo miré un instante más, mi mano se acercó a la de él por sí sola. Pero alguien interrumpió.

-Si lo haces, Aisa...- dijo él, sereno. Nunca lo había escuchado tan seguro.- mis hombres disparan y podrían morir. ¿Prefieres morir que quedarte aquí conmigo donde estarás segura?.

No hizo falta que le respondiera, Matías lo hizo por mí a tomar mi mano y hacer que los dos saliéramos corriendo hacia la salida.


Él había tenido razón.

Tan rápido pusimos un pie fuera de la casa, disparos empezaron a escucharse. Matías apretaba fuertemente mi mano, yo gritaba cada vez que sentía que una de esas balas nos traspasaría.

Íbamos por la mitad del camino, por ahora estábamos ilesos. La adrenalina ayudaba a seguir corriendo sin pesar demasiado. Sin embargo paré abruptamente al sentir mojado mi brazo. A pesar que sabía que correr hacia la salida era una misión suicida no me pare a pensar ni por un instante que una bala me daría. Había confiado en la suerte, ni siquiera sé porque, ya que suerte al parecer no combina conmigo.

Matías se volteó al no sentir mi contacto, miro la sangre en mi brazo y lo tomo para ver donde la bala había caído. Yo no me sentía mal, tal vez por la adrenalina.


Fue tarde cuando me di cuenta que la bala no me había dado a mí, le había dado a Matías.


Mi cara pasó a un espanto mayor me acerque a él para tratar de hacer algo, lo que fuera. Matías miro hacia abajo y se dio cuenta que toda su camisa estaba llena de sangre y una perforación se encontraba en su costilla. Su mirada me dio miedo, su mirada me decía que sabía cuál era su destino, yo no lo quería aceptar.

Sus piernas fallaron y cayó al piso, me tuve antes de que él llegare a golpearse con el suelo y coloque su cabeza en mis piernas. Yo estaba sollozando, con mis manos apartaba el cabello de su rostro mientras le susurraba que todo iba a estar bien, que no me importaba decirle al monstruo que con tal de que él estuviera bien yo me quedara aquí, lo haría por Matías, lo haría por salvar su vida.

Matías soltaba pequeñas risas, no creía en mis palabras y mi desesperación incrementaba.

-Por favor Matías, no me dejes, no dejes a mi hermano.- supliqué.

ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora