XXIX

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Estar acostado en una cama todo los días no era mi cosa favorita de hacer.

No he visto a Aisa desde esa vez que me abrazó fuertemente; ahora que lo pienso ¿habrá sido un abrazo de despedida?

Me reprendía a mi mismo.

Mi cerebro no lograba entender por qué ese loco había secuestrado a Aisa. Sé que está aquí a la fuerza, sé que ella nunca lo conoció de manera personal, sé que ella no lo conoce como una pareja debería conocerse. Estas razones son las que me dicen que necesitamos salir cuanto antes.

Él sería capaz de hacer todo en su poder para tenerla aquí. Él puede abusar de su posición. Él puede amenazar a Aisa, si es que ya no lo ha hecho.

La culpa me quemaba por dentro. El remordimiento de saber que fue por mí que él supo de su existencia, me enfermaba.

-¡Aisa, date prisa!- Grite desde la sala mientras trataba de acomodar mi corbata.

Tenía que dar una buena impresión.

-Esa niña siempre haciéndonos llegar tarde.

-Mamá.-dije con advertencia.- No le digas así, además tenemos tiempo. Falta una hora para la reunión.

Ella bufó.

Decidí no prestarle atención.

Iba a buscar a Aisa a su cuarto pero mi teléfono interrumpe mi acción. Casi no contestaba pero vi que era el socio de la empresa, Matías.

-¡Max, mi empleado favorito!- negué con una sonrisa. Para ser un hombre de negocios no era para nada serio.-¿Cuando paso por ustedes?

-En unos veinte minutos, si no es mucha molestia...

-¡Para nada!- escuché su risa.- deja las formalidades. Ya somos amigos. Además haberte visto teniendo acción con la secretaria de Michael y mantener el secreto no es algo que solo un socio haría...

-¡Shhhh! Por favor no sigas sacando eso.

-Bueno.- él seguia riendose.-Como sea. En veinte minutos estoy ahí. Adiós empleado favorito.

Corté la llamada y subí a las escaleras hasta llegar a la habitación de Aisa. La impresión me golpeó.

-¡Aisa!- al gritar ella hizo un salto de susto en su cama. Estaba con un libro en sus piernas y todavía tenía su pijama.- ¿¡Qué haces así!? ¡Matías viene en veinte minutos!

-¡Te dije que no quería ir!- dijo exaltada por el susto. Era raro que ella gritara. Aisa es una adolescente muy calmada. Para tener quince años, actuaba como una persona mayor, por no decir vieja.

A veces me preocupaba por ella. No era habladora, no la había visto con una amiga ni una sola vez y se la pasa leyendo. Desde que murió papá, ella ha pasado ser una persona muy introvertida.

-Por favor hermanita.- dije sentandome en su cama.- Esto significa mucho para mi. Apenas llevo una año en la empresa y ya me van a premiar.¿Eso no te hace sentir orgullosa?

-Sabes que sí.- susurró.- pero es que no me gusta salir y menos en un sitio donde habrán puros viejos.

-Oh, así que me estas llamando viejo.- traté sonar lastimado. Ella negó con su cabeza muy rápido y me abrazó.- Hazlo por mi Aisa, ¿Si?

Ella exhalo derrotada.

-Esta bien.

-¡Gracias!- dije alegre.- Eres mi hermana favorita.

-Soy tú única hermana.

-Por eso.



-No me siento cómoda con este vestido.- se quejó Aisa, mientras se acomodaba.

-Para mi te ves muy bonita, como una princesita.- le contesté dándole en el hombro para molestarme. Ella me dio una de sus miradas.

-A las once nos vamos por favor.

-Trato.



El salón es inmenso. Parecía un baile real. Veía caras que nunca había visto antes en la empresa o por lo menos nunca las había notado. Al ver la cantidad de personas Aisa se pegó a mi, tomando con fuerza mi brazo.

-Empleado favorito.- me llamó Matías que iba tras de nosotros.- tienes que saludar al jefe.-me dice señalando al señor de barba. Al lado del jefe estaba su hijo, nada más sabía que se llamaba Michael, pero nunca cruzamos palabra.

-Me voy a sentar en una mesa.- anuncia Aisa, pero la detengo.

-Hay que saludar al dueño de la empresa.

-Pero yo no trabajo para él.- se queja.

-Niña, comportate.- habla mamá con voz molesta.- Esto es muy importante para tu hermano y te estas portando como toda una malcriada.

Quise oponerme a lo que dijo. No me gustaba que le hablara así a Aisa. Ella bajo su cabeza asintiendo.

-Gracias.- dice mamá.

Apretando mi mandíbula camino, con ellas detrás de mi, hasta llegar al Señor Evans.

-Buenas noches.- saludo con formalidad, ellos voltean.

-Buenas noches joven Hidalgo.- saluda de vuelta.- Que bueno que hayas venido.

Asiento con la cabeza. Él me observa esperando que le diga algo más. Así que presento a mi familia.

-Ell es mi madre.- ella le da una sonrisa y él se la devuelve.- y ella es mi hermana, Aisa.

-Mucho gusto.-Murmura con educación. La manera en que le habló mamá la debió haber herido. Nunca habla con personas que no seamos mamá y yo.

El señor Evans asiente con una sonrisa. Es un hombre muy amable.

-Un gusto conocerlas. Su hijo es excepcional.- dice dirigiéndose a mamá.

-Gracias.

El señor Evans se voltea y palmea el hombro de su hijo, Michael, quien está tomando una copa de vino.

-Él es mi hijo, Michael.- todos les damos una cordial sonrisa y sus ojos pasam por cada uno de nosotros hasta quedar en Aisa, la mira mas de normal, decido no hacerle caso. Si embargo me volteo a ella y le digo que se siente en la mesa.

Sus ojos la siguen.




Y yo no hice nada.

¿Cómo pude ser tan imbécil?

Aisa va a odiarme, me culpará cuando ese loco o yo le digamos que fue por mi que todo esto está sucediendo.

Debí haberla dejado en paz cuando dijo que no quería ir, debí haber hecho tantas cosas...pero ya ninguna vale la pena porque ya estamos aquí. Ya no puedo pensar en los hubiera.

ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora