XXVII

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Al cerrar la puerta me apoyo en ella para tratar de calmarme y evitar un ataque.

Siento mi corazón latiendo como nunca lo ha hecho,por la desesperación que me embarga. Respiro varias veces para relajarme, pero es tan difícil. Todo se ha vuelto difícil.

Me encuentro entre la espada y la pared. Desde que estaba aquí no me importaba lo que me ocurriera, hubo momentos que pensé que moriría y la idea no me espantaba, pero ahora no soy solo yo, está Max y nunca me perdonaría que algo le pasara ya que sé con absoluta certeza que si llego hacer algo malo no lo pagaría yo, lo haría mi hermano.

Viene a mi cabeza de el porque salí de esa habitación y como si fuera una orden, mis pies comenzaron a caminar rápido hasta el destino que con ansia pensaba.

Abro la puerta de su cuarto de sopetón haciendo que él se asuste. Mi mano aprieta fuertemente la manija, mis ojos quedan fijos en mi hermano que esta recostado. Él también me mira. Sabe, al igual que yo, que lo necesito y que no hace falta palabras para mostrarle que quiero un abrazo.

Él extiende sus brazos de manera lenta y yo corro hasta casi lanzarme encima.

Max suelta un quejido debido a la fuerza de mi abrazo. Aprieto mis brazos como si el solo mínimo deslice hiciera que él desapareciera. No veo su rostro debido a que mi cabeza está prácticamente enterrada en su pecho. Lo siento tensarse.

-¿Qué te hizo?- pregunta Max. Tenso mi mandíbula para evitar decirle la verdad.

Él no puede saber lo que en verdad sucede, si lo supiera, haría un escándalo y Michael se enteraría.

No puedo permitir que eso suceda.

-Nada.- contestó. Al tener mi rostro escondido era más fácil mentir.- Es solo que te añore tanto y ahora estás aquí...lo único que quiero hacer es abrazarte.- Al menos no me mentía del todo.

Ponía mi mayor esfuerzo para no llorar, aveces sentía mis ojos húmedos pero no me permitía dejar salir ni una sola lágrima.

No sé cuánto tiempo pasó, yo solo sabía que por nada del mundo quería soltarlo y mucho menos quería hablar. Solo quería estar así. Sentí a Max moverse y yo asustada lo abrazaba más a mí.

-Aisa.

No no no. No me sueltes, por favor.

-Aisa, necesito saber que está sucediendo.- Max empieza a presionarme y yo desesperada le digo lo que siento, pero sin la verdad.

-¿No podemos tener un momento de felicidad? Aunque sea efímero, por favor...




Hace media hora que había salido de la habitación de Max. Caminaba por la casa sin propósito alguno, parecía un alma vagando por ahí. Sentía que todo me dolía.

A veces me sentía como una estúpida por ser tan débil, por ser tan fácil de manipular, tan fácil te romper. Él se ha llevado todo de mi, la poca felicidad que tenía la robó como si fuera oro. Estaba cansada; no sabía cuántas veces había dicho esa palabra desde que llegué aquí, es como si no hubiera otra cosa en mi vocabulario, solo eso. Cansancio. Harta de todo.

Miraba el camino con desinterés. Por un momento quise ir a la cocina para poder estar con Alexis, pero rápidamente deseche esa estúpida idea. Ella siempre lo defendería y yo siempre pierdo en esa batalla.

Ya había bajado las escaleras y la puerta principal me llamaba, por primera vez no le hice caso, no caí en la tentación. En vez de escuchar mi lado sin razonamiento decidí caminar hasta la biblioteca. El único lugar que estaba segura que él no me molestaría. Esperaba que no lo hiciera.

Abrí la puerta y entre como si fuera mi mundo de las maravillas.

Era mi único escape ahora.














Tenía las bandejas de comida del señor Max y del señor Michael. Caminaba con prisa, tenía miedo que las bandejas se cayeran y ocasionaran más desastre de lo que ya era por si la casa. Desde que llegó el hermano de Aisa las cosas no han estado tranquilas, bueno, antes no eran tranquilas. Pero antes el señor no tenía esa determinación que me asustaba.

Siempre lo trataba de ayudar, lo hacía razonar, pero últimamente ya no me escuchaba tanto y temía por Aisa.

Una figura me distrajo de mi camino. Me detuve al ver que era Aisa, mi cara se descompuso. Ella parecía un fantasma, se veía tan desolada, de solo verla me daban ganas de llorar. Mi corazón quería ayudarla, pero...pero...no podía.

Simplemente no podía hacerlo.

Me quedé en mi lugar para observarla como el señor me había dicho si la veía de manera extraña. En parte seguía las reglas y otra parte lo hacía porque de verdad me preocupaba.

Aisa entró a la biblioteca y por fin fui capaz de respirar tranquila, ella no era estúpida sabía que no le convenía hacer enojar al señor y más ahora que su hermano estaba aquí. Aisa era muy inteligente.

Seguí mi camino con más serenidad al saber que Aisa estaría en paz en esa biblioteca. Empecé a tararear una canción, una que escuché en la radio.

Estaba determinada en llegar a la puerta cuando otra sombra hace que me detenga. Enfocó mis ojos para poder ver; no podía ser Aisa porque acababa de entrar a la biblioteca y su hermano no puedo ni pararse. Me alarmé cuando aclaré mis dudas.

Era el señor.

Puse las bandejas en el piso rápidamente, importándome poco ahora. Llegué hasta el señor y antes que entrara ,por donde entro su amada, lo detuve.

-¿Qué cree que hace?- pregunté ejerciendo fuerza en su brazo.

-Creo que no necesitas preguntar eso.- esquivó, se soltó de mi agarre.- Voy a ver a mi princesa.

-No lo haga.

Él señor me miro por unos minutos. Pasó su mano por su rostro, frustrado. Sabía que lo estaba molestando, pero quería que Aisa estuviera tranquila aunque sea un segundo. La culpa de no ayudarla como ella quiere me come por dentro.

-Alexis...- habló amenazador. Estaba colmando su paciencia.- Yo puedo verla cuando se me de la gana. Estoy harto que siempre trates que evite verla.

-Señor...es que usted no entiende...ella no...- iba a continuar pero el calló.

-No.- objetó.- ella no es la que entiende...tú tampoco lo haces.- su mano fue a la manija de la puerta. Ya no hace el esfuerzo de escucharme. Lo estoy perdiendo.- Ella está aquí. En mi casa...nuestra casa-arregló haciendo referencia a Aisa. Sentía que me iba a decir algo hiriente.- Yo la puedo ver cuando quiera. Ella ya no puede oponerse. Ya no puede huir de mí.

-Señor, ella necesita pensar las cosas...

-No tiene nada que pensar.- Contesta y entra a la biblioteca.

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Holaaaa.
Volví.
Quería pedirles disculpa por la tardanza. Lo siento mucho de verdad, lo que sucede es que estoy de vacaciones y tener wifi donde estoy es un milagro.
Gracias por la espera.
Gracias por votar y comentar.
Muchas gracias por disfrutar esta historia.

Espero que les haya gustado🖤

Instagram: isa_morgenstern145

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