XXXVII

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-No no, princesa.-sus manos me voltean la cara.- Te amo...

Su voz siempre estaba en mi cabeza.

Todavía puedo sentir sus manos en mi cara. La manera en que la sostenía. La forma en que me hizo sentir.

Habían pasados tres días desde esa vez; y los días después de eso se basaban en estar en la biblioteca y escucharlo decir cuanto me amaba. Yo le repetía que lo quería...pero solo por cortesía. No quería hacerlo enojar tampoco. No tengo ánimos para pelear contra él.

Max estaba en en sus cuarto. Lo que le había dicho no se me iba de la cabeza. Estaba decidido. Ya no podía soportar más. Aunque vivía repitiendo lo mismo, y luego siempre daba una segunda oportunidad, siempre me aguanto, me resigno.

Pero ya no más.













-Deberías leerlo, Aisa. Estoy seguro que te gustara mucho...-le digo. No escucho respuesta pero decido no prestarle atención y sigo observando las estanterías.

-¿Haz visto los nuevos libros que traje?- sonrío porque sé que esos libros le gustaran mucho. Decido voltearme al no escuchar respuesta y cuando la miro mi sonrisa se esfuma.

Ella está ahí. Está en el sofá observando la ventana de manera perdida, como siempre. Odio verla de esa manera. Siempre con esa mirada triste. Sé que anhela salir, lo veo en sus ojos. La ansiedad de poder sentirse libre. Pero no puedo...simplemente no puedo dejarla ir. Soy muy egoísta, por más que quería confiar en ella sé que cuando abra la puerta ella saldrá y no regresará. Odio cuando Aisa juega así conmigo. Odio que me haga sentir de esta manera... que estoy pensando...ella no es culpable.

Lo soy yo.

Dejó lo que estaba haciendo y camino hacia ella. Aisa observando a la ventana parece un ángel...cautivo, pero un ángel hermoso que nadie más puede ver porque si lo hicieran ya no pudiera salvarme a mí. Necesito que esté conmigo...necesito que me ame.

Toco su cabello y dejo un beso en su cabeza. No se mueve.

-Te quiero mucho.-susurro. Ella asiente.

Suelto un suspiro.

No puedo perder el control...no puedo perder el control...no puedo perder el control...

Vuelvo a respirar y me siento cerca de ella. Por más que quiera hacerla entrar en razón...decido ignorar. No es la primera vez...nunca ha estado feliz a mi lado. Ya me acostumbré a su silencio, a su mirada triste...ella ya debería de haberse acostumbrado a mi. No lo hace.

-¿Por qué estás triste?- preguntó controlando mi voz. No quiero que se asuste.

Espero pero no contesta. Aprieto mi mano en mi pantalón y estoy tan cerca de decirle algo...

-Aisa...- amenazo. No quiero que esto sea así, princesa.

Tarda en contestar y sé que es por mi. No pudo soportar ser su tristeza; se suponía que yo sería su felicidad, su salvación. A veces me hacer sentir que soy su pesadilla y no entiendo por qué. No entiendo cuando le he dado todo lo que ha soñado, cuando está a salvo donde nadie puede romperla y ella sigue así...

Respiro cuando su mirada cae en mi. Me observa por un instante y yo la observo también. Te amo, Aisa. Te amo tanto.

-No estoy triste.- susurra tan suave y bajo.-Es que...no me siento bien.- cuando termina me acerco a ella poniendo mis rodillas en el piso. Ella se acomoda quedando sentada en el sofá.

ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora