XV

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No sabía cómo era capaz de soportar tanto dolor.

Dos días había pasado desde mi fracaso de plan, dos días habían pasado que Matías estaba muerto, dos días habían pasado que mí ser se extinguía con cada suspiro y cada lágrima que salía.

Él después de haber dichos esas horribles palabras se había acercado a mí, yo me aleje prácticamente en automático, no solo era mí ser que no lo aguantaba ahora también mi cuerpo. Sorprendentemente cuando me aleje no se acercó y por primera vez me dio mi espacio, ninguno de los dos habló hasta que yo decidí hacerlo por mi salud mental, o lo que quedaba de ella.

Le pedí que me inyectara para poder descansar ya que sabía que la ansiedad y el dolor que sentía no me dejarían tranquila; él no rechistó y antes de inyectarme me dijo que lo abrazara para que no cayera cuando hiciera efecto y así fue. Me sujete a él y cuando me desvanecí fui capaz de escuchar unas palabras que soltó.

"Me asegurare que seas feliz".

Yo no me creía esas palabras.

¿Cómo podía ser capaz de decir eso?, ¿Cómo rayos iba a ser feliz cuando todo este tiempo he estado llorando? A veces creía que él lo decía para tratar de convencerse a si mismo que podía hacerme feliz, qué podía cumplir todo lo que siempre me decía. Tenía la sensación que ya no se creía esas palabras, que estaba entrando en la desesperación que sus planes no salían como quería, obviamente no era feliz y era aún más obvio que no lo amaba.

Ya no sabía si traba de engañarme a mi o trataba de engañarse a sí mismo.

Traté de acomodarme mejor en la cama, pero la cadena que sujetaba mi tobillo me dificultaba las cosas. Ya el hecho de que mi plan fracasara y mi casi hermano muriera me tenía devastada, estar encadenada como un animal me ponían aun peor.

Nunca pensé que las cosas se pondrían así; si sabía que él no estaba bien, que estaba trastornado, pero por mi mente nunca paso que sería capaz de decir y hacer tantas cosas, cosas imperdonables.

La cadena era lo suficientemente larga para llegar al baño y al armario, pero no tan larga como para llegar a la salida. Él había pensado bien todo.

Me hacían falta cien manos para contar las veces que en estos dos días he estado llorando, no sabía cómo no estaba deshidratada y tampoco sabía cómo rayos salía saliendo agua por mis ojos.

Estaba más que desesperanzada, no existían palabras que describían como me sentía, solo podía llorar y llorar.

La puerta es tocada, avisando que alguien entraría. Me voltee haciendo que mi espalda viera la puerta. Cada vez que entraba Alexis, quien era la única que me visitaba, gracias a dios él no lo hacía, me tapaba con la sabana hasta el cuello y solo esperaba que viniera, dejara la comida y me tratara de hablar. No quería hablar con nadie, no quería que nadie me molestase.

Solo quería estar sola.

-Buenos días, Aisa.- anunció Alexis al entrar; me encogí más en mi lugar sin hablar. No había hablado desde hace dos días, mi garganta dolía mucho.- Hoy voy a quedarme hasta que comas, hasta que no quede nada en el plato.

La vi a los pies de la cama con las bandejas en sus manos y con una sonrisa en el rostro, siempre mantenía esa felicidad que me ponía más enferma de lo que ya estaba.

En mi mente vivía el remordimiento del golpe que le había proporcionado,  constantemente tenía una batalla interna por eso,  a veces me sentía con culpa y otra veces parecía que no tenía ni idea de lo que era la palabra culpa.

Alexis estuvo tratando de convencerme de que comiera como por media hora, pero como siempre se rindió y dijo que esperaba que cuando fuera de noche todos los platos estuvieran sin un poco de comida. Ella sabía que no me comería nada, pero al parecer siempre esperaba ver los platos vacíos cuando la realidad no era esa, lo que en verdad pasaba es que apenas era capaz de comer la mitad de cada plato.

ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora