XXXI

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La pesadilla se repetía en mi mente una y otra vez.

Verlo a él haciendole daño a Max. Lo tenía tan claro en mi mente, había sentido que estaba ahí.

La impresión me había envuelto. Todavía sentía cada sensación, cada movimiento, cada respiración, cada desesperación.

No sabia como asimilarlo. ¿Había sido solo un mal sueño o era una especie de mensaje?

Prefería que fuera la primera.

La cabeza me dolía. El estrés de tener a Max aquí y saber que en cualquier momento si hago algo mal él las pagará, me tenía desesperada. Tenía tanto miedo de equivocarme, de dar un paso en falso que ya no me importaba que Michael se acercara de más.

Solo no quería sentir el mismo dolor cuando mamá...no puedo ni pensarlo.

A veces quisiera no recordar, pero luego me siento mal.

¿Querer olvidar me hace mala persona?

No quiero ni responder.

-¿Princesa me estas escuchando?- Él estaba frente a mi y ni siquiera me había dado cuenta.

-No...- dije tocando mi cabeza. Dolía.- lo siento...- Su mirada se suavizó y me dio un beso en la frente.

-Tranquila, Princesa.- Acarició mi cabello. Cerré mis ojos.- Últimamente te veo muy cansada. Te dejaré para que duermas un poco.

Salió de la habitación. Yo me senté en la cama observando a mi alrededor. Ya me había acostumbrado a estar en su habitación.

Desde ese episodio en que mis durezas cayeron y lo había abrazado como único consuelo, me quedaba en su cuarto, mas decisión suya que mía. Según él tenía que estar "tranquila" y por esa razón estaba aquí porque si tenía otra pesadilla él podía estar cerca de mi si "algo ocurría".

Mi cansancio era porque él no me permitía ver a Max, ya llevaba una semana así sin saber absolutamente nada, ni siquiera me dejaba ir a la biblioteca.

Ya ni quería seguir así...estoy perdiendo la cabeza...no puedo seguir de esta manera.

Tranquilidad es lo que menos tengo ahora.

Mis nervios estaban a flote, siempre sentía que me partiría en llanto, ya ha sucedido, varias veces. Pero justamente hoy mis nervios estaban mas fuertes que nunca.

Decidí que no podía seguir de esa manera y por primera vez me acerqué a la puerta. Mis pies descalzos me hacían sentir el frío suelo, mis piernas también sentía ese frío. Su camisa me quedaba grande, pero no lo suficiente.

Mis manos tocaron la manija y solté el mayor suspiro de alivio de mi vida. La puerta está abierta.

No lo pensé dos veces y salí de la habitación. Me aseguré de ir despacio para no ocasionar ruido. Rezaba porque él estuviera en su oficina y que Alexis estuviera en la cocina.

Traté de hacer memoria y recordar cuál es la habitación en donde Max estaba. Por un momento tuve miedo de no encontrarlo, pero lo hice y entre tan rápido como pude.

-¡Max!- corrí a abrazarlo  con todas mis fuerzas. Él soltó un quejido pero me correspondió rápidamente como la  última vez.- ¡Me estaba volviendo loca, necesitaba verte!

-Aisa, ambos sabemos que esto no está bien.- dijo serio deshaciendo nuestro abrazo.- Él está loco. Tenemos que salir aquí.

La preocupación vino a mí.

-No, no, no. Todo está bien.- negué con una sonrisa.

-No, Aisa. No me mientas.- tenía tiempo que no veía a Max enfadarse.- Él me amenazó y no soy estúpido.

ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora