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Miro a Marcus y ruedo los ojos ante sus estupideces. Siguiendo su consejo con faltas de respeto giro la perilla sin tocar y abro solo una parte de la puerta. Suspiro. Él tiene razón, hice de todo y tengo derecho de estar aquí aunque eso implique estar nerviosa.

Con la mirada en el suelo, entro a la habitación y cierro la puerta a mis espaldas.

¿Que haces Thalia? ¡Levanta la cabeza!

Escucho pasos pero es muy tarde para mi alzar la cabeza cuando alguien me agarra de la barbilla para hacerlo. Frente a mi veo a Aiden con el rostro magullado y el cabello revuelto como siempre acostumbra. Lleva puesto una sudadera gris ancha y una camiseta de color negro. Inmediatamente abro los ojos con sorpresa.

―¿Que haces?―exclamo―Todavía no puedes pararte de la cama.

―Estoy bien...

―Callate.―lo sorprendo y agarro su brazo para llevarlo hasta la cama―No puedes pararte y punto. No más discusión.

Suelta un gruñido en cuanto termina de sentarse y se lleva una mano a las costillas, es increíble que se ponga de pie cuando sabe que no puede.

―Siempre tan terca.―murmura levantando la cabeza para mirarme,  justo en ese momento me doy cuenta de que hay una venda rodeando uno de sus brazos―Y lo digo en serio, Thalia.

No digo nada y juego con mis pulgares.

―Pudieron haberte matado, no debiste buscarme.

―Tenía que hacerlo.

Niega con la cabeza.

―Sabes que no.

―Aiden, tu has hecho demasiadas cosas por mi. Me defendías en la escuela, me enseñaste defensa propia,―enumero con mis dedos―me enseñaste a disparar, rayos, te has sacrificado tantas veces por mi y yo no pude ni advertirte que irían a por ti para lastimarme a mi.

―No tienes que pagarme nada.―se acomoda en la cama.

―¡Lo sé! Y eso es lo que me molesta, que lo hagas todo porque de verdad quieres hacerlo.―en el minuto de silencio que se instala tomo asiento junto a él―Prometeme algo.

Arruga las cejas mirándome fijamente.

―¿Porqué presiento que no me va a gustar?

―Sólo hazlo.

Silencio.

―Bien, habla.

Suspiro.―Prometeme que no vas a volver a hacer algo como lo de la noche del baile. No quiero que sigas sacrificando tu vida para mantenerme a salvo, si algo te llega a pasar y es por mi culpa, nunca me lo perdonaría.

―En absoluto.―se niega rotundamente.

―¡Hazlo!

―No puedes obligarme a prometer algo que realmente no siento. ¿Sabes?―idiota, siempre tiene razón.―Pero...―vuelve a agarrarme del mentón y se acerca a mi rostro―Si eso es lo que te hace felíz, de acuerdo. Lo prometo.

Miro sus ojos y me pierdo en la intensidad de ellos que me dicen: Estoy creando un lugar para nosotros.

―¿Sabes? He estado pensando y...

Lo agarro de la nuca.―Ya cállate y besame.

Junto sus labios con los míos y me permito saborear la sensación que desde hace tiempo había extrado. De la emoción me quedo sin aire casi al instante y él parece darse cuenta ya que se aparta pero no deja de repartir pequeños besos por toda mi mejilla y cuello.

En ProblemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora