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Bajamos del coche y nos encontramos con Tana en la entrada.―Wow, te ves fatal.

La miro mal.

―Eres de mucha ayuda, Tana.

―Lo sé.―dice Kia concordando con Tana―Thalia dijo que lo había cubrido todo con maquillaje pero no me dejó ver como quedé.

Tana hace una mueca.―Créeme, no quieres verte.

―¡Ya déjala!―alzo la voz entrando a la cafetería.

Tomamos una mesa y esperamos a que alguien venga a atendernos. Me doy un tiempo para observar a Kia, tiene ojeras bajo sus ojos como si hubiera llorado toda la noche, su cabello normalmente estirado tiene pequeñas y casi inexistentes curvas en las puntas.

―Yo quiero un pastel de doble cococlate y una batida igual de chocolate.―dice Kia con actitud neutra cuando llega la mesera.

―¿Desea chispas?―pregunta amargada garabateando unas cosas en una mini libreta.

―Si.―aclara―De chocolate.

Cuando la mesera nos toma la orden a Tana y a mi se marcha moviendo sus tristes caderas hacia la barra para entregar el pedido.

―¿En serio Kia?―dice Tana―¿No podías ser más obvia acerca de que estas pasando por una ruptura?

Esta la mira confundida.―¿Qué? No se de que me hablas.

―Habla de la cantidad excesiva de chocolate que estas apunto de consumir. ―le explico.

―Sólo se me antoja el chocolate, no es nada de otro mundo.

―¿Sabes a quien más les encanta el chocolate?―habla Tana en mirando sin interés por la ventana―Las embarazadas.

Kia abre sus ojos de una manera exagerada y sus mejillas adquieren un tono rosa carmesí de la vergüenza.

―¡Tana!―grita en modo susurro―¿Cómo puedes pensar eso? Debería darte vergüenza.―hace una pausa antes de decir las palabras más repugnantes de toda la historia―Aiden y yo siempre utilizamos protección.

Se encoje de hombros.

―¿Y?―va a decir algo más pero se detieme en lo que la mesera deja todo lo que pedimos sobre la mesa―No todos los métodos anticonceptivos son cien por ciento seguros.

―Kia no está embarazada, ¿de acuerdo?―intervengo.

Kia gira su cabeza hacia mi y se come un trozo de su pastel extra chocolate.―Que humores. ¿Estás bien?

Miro a Kia y su expreción es la misma a cuando jugabamos de niñas y luego de tanto jugar a la casa de las muñecas yo decía que quería parar. Su papá  la traía casi todos los días a mi casa ya que tenía turno extendido algunas noches y no tenía otro familiar que se hiciera cargo, cuando venía jugábamos con todo lo que tenía.

―¿Estás bien?―pregunta la Kia de ocho años―De la nada te pusiste seria.

Asiento con la cabeza.

―Si, sólo estoy cansada. Ya es tarde y llevamos jugando desde medio día.―acomodo mi cabello.

Arruga sus cejas.―¿Segura? Nunca me ocultas nada.

En ese momento el recuerdo se desvanece y vuelvo a la cafetería con mis dos amigas. Tana me mira confundida ya que imagino llevo un rato sin hablar, en cambio, Kia me mira con sus inmensas ojeras esperando respuesta.

―¿Thalia estás bien?―insiste.

Kia y yo no hemos tenido una confianza y madurez tan grande como la de Aiden y yo al hablar de los temas pero sin duda la sinseridad ha sido escencial en nuestra amistad. Decirle la verdad sé que puede costarme tñdp lo de estos años pero sin duda valdrá la pena.

En ProblemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora