Capítulo 4

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   —¿Estás mejor, amigo? Eso es. Ya estás listo. Le avisaré al gerente para que puedas estar en escena hoy mismo.

   ¿Qué? ¿Dónde estaba? Abrí mis ojos y debajo de mí había una tarima de madera. También revisé mi torso, mis patas, mis piernas, y todo estaba en perfectas condiciones, hasta estaba bien brilloso. Pero ¿cómo era eso posible si había sido aplastado por los escombros de la fábrica? ¿Me encontraron? Tantas preguntas me revolvían la cabeza y no sabía qué hacer.

   Tenía una nueva tarjeta de memoria con otro código. ¿Qué información tenía?

   - Bonnie
   - 8 años
   - Conejo púrpura
   - Amigo de todos los niños
   - Guitarrista
   - Amor por la pizza

   Mi anterior tarjeta, la cual aún conservaba dentro de mí, no contenía nada de información acerca de mí mismo. ¿Era un conejo entonces? ¡Ah!, ¡cierto! Ahora recordaba que cuando conocí a Freddy, él me había dicho que yo era «el conejo Bonnie». Entonces él sí sabía todo de mí. Eso explicaba por qué tenía estas orejas tan largas y esta cola blanca y esponjada.

   Aún no sabía dónde estaba. Lo único que pasaba por mi mente eran las imágenes atroces de la fábrica colapsando y de mi pobre Ivy siendo arrojada por esa criatura tan cutre. Supuse que él había sido el causante de toda la inmundicia que sucedió ese día. Pero yo juré que, por la vida y por todo lo que esa tierna niña me dio, haría a bestia pagar. Lo haría, sí, por Ivy.

   Escuché voces de niños y adultos del otro lado de esta cortina roja enfrente de mí. Esto debía ser alguna clase de escenario para espectáculos: un telón largo y aterciopelado, una tarima, unas lámparas colgantes, unos altavoces y una guitarra eléctrica roja tipo Gibson Flying V —al menos eso decía su etiqueta—. Después de mi análisis, solo me quedé aquí parado y esperando lo siguiente (¿Qué?).

   —¡Bienvenidos sean todos ustedes a su restaurante favorito, MoonLight!, presentando al alma y nueva cara de MoonLight: ¡el conejo Bonnie!

   Entonces los aplausos y los gritos de las personas, en su mayoría niños, le siguieron a esa voz animada que me anunció, y no supe por q... ¡Oh!, el telón se estaba abriendo.

   —¿¡Cómo estás, Bonnie!?

   —¡Hola, Bonnie!

   —¡Bravo!

   —¡Conejo Bonnie!

   —¡Tengo hambre!

   Vaya, entonces estaba en un restaurante de comida rápida llamado «MoonLight». Sí, había chiquillos por doquier y padres en sus asientos. Las paredes eran celestes con pequeñas estrellitas blancas y las mesas con acabados y talladas en forma de lunas; qué redondas. La atención a mí aumento cuando dos lámparas del techo me apuntaron: los aplausos y los gritos de los niños me hacían sentir bien. Esta era la primera vez en mi vida que actuaba para un público que se alegrara de verme. ¿Esto era de lo que se trataba ser la principal atracción? Activé aquella nueva tarjeta de memoria.

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