Bonnie es un robot animatrónico, el cual nace en una fábrica gastada, donde será desarrollado y culminado en amistad hasta madurar y llegar a su mejor trabajo, el cual es en Freddy Fazbear's Pizza. No sólo se conocerá a sí mismo, sino también a la p...
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Chica
Regalarle esa foto a Bonnie me hizo sentir muy contenta: estaba segura de que eso era lo que necesitaba. Y es que no solo vi un semblante dichoso, sino que pude ver en sus ojos, rojos de pasión, lo que en realidad deseaba su corazón: su imperedecero entusiasmo y un sueño que no estaría lejos de volverse realidad en la pizzería. Claro, si se trataba de echarle una manita, yo lo haría sin problemas alguno. ¿Por qué no mereceríamos ser felices? Al Bonnie poner una pata en el restaurante, se vuelve uno de nosotros.
Bonnie había olvidado aquí en la cocina sus guantes, ¿tal vez para no mojarlos con lágrimas?; el pobre tuvo los ojos tan rojos como el pelaje de Foxy. Con esfuerzo lograba distinguir entre su iris y la parte blanca de sus ojos. Sin embargo, después de la plática y el regalo que le había dado, había regresado a ser el mismo Bonnie, el conejo que anhelaba por un momento con su jefe. Ya era cosa de él si hacerle saber a Freddy acerca de la foto.
Y conforme el tiempo seguía transcurriendo, supe que ya era hora de ponerse a trabajar y preparar la cena para todos, pues no quería retrasarme y dejar que nuestros estómagos nos empezaran a golpear desde adentro. Y no me molestaba: a mí el cocinar pizzas era como la mayor pasión que había adquirido. Había aprendido desde que trabajaba para aquella primera pizzería en la que había sido la cocinera. No me había tardado mucho en entender la lógica de este gran arte que consistía en prepararlas, sentirlas, olerlas y amarlas. Era tanta mi dicha que desde el momento en que había llegado a Freddy Fazbear's, le había pedido (casi rogado) a Freddy la oportunidad para que me otorgara la cocina a mí. Y lo convencí. Él quedó fascinado con la primer pizza que preparé aquí, una pizza hawaiana. A partir de ese día, hasta hoy, seguía ingeniándomelas con los ingredientes y la improvisación, con el objetivo de seguir mejorando y, de alguna manera, darlas a conocer entre los humanos. ¡Dios, eso sería increíble!
—¿Qué pasa, muchacha? ¿Otra vez soñando? —dijo Foxy mientras entraba a la cocina.
—No me molestes —dije riendo—. No cuesta nada soñar un poco.
—Nada excepto agua en la lumbre.
Sin darme cuenta, olvidé que había dejado una olla de agua en la estufa calentándose, así que corrí a la estufa para apagarla. Foxy se estaba riendo como un viejo mientras, con un trapo, secaba el exceso de agua derramada sobre la estufa.
—Oh, Chica, ¿sabes que a veces me causas tanta risa que ni yo mismo puedo creerlo? ¡Eres muy divertida!
—Ay, ya sabes que mi mayor sueño es hacer que mis pizzas sean reconocidas más allá de nuestro stage.
—Tanquila, muñeca. —Me vino a poner una pata en mi cintura—. Ya verás que un día lograré hacer que los humanos prueben tus pizzas y las compartan entre ellos, y se harán famosas. Y si te sirve de consuelo, ya es mucho que yo tenga el privilegio de probarlas.
Aunque Foxy solía ser bastante indiferente y burlón, a veces parecía que el garfio se le volteaba y activaba algún botón que lo volvía caballeroso y amable, incluso seductor. Qué rarito, pero no podía evitar pensar que me hacía sentir valiosa y apreciada. No creía poder agradecerle lo suficiente a Foxy por las veces que me había hecho recuperar la confianza y la perseverancia en mí misma. Le sonreí, y ambos inclinamos nuestras cabezas el uno al otro, mientras yo hacía la pizza, claro. Con un tono de voz suavecito, los dos muy cerquita, me dijo me podrías perdonar por todas esas veces que te traté como basura, y bajó sus orejas. Le dije, bien emocionada, ¡claro que sí, Foxy! No importa lo que me hayas hecho, tú aún estás aquí para apoyarme. Se rio.
—Aunque hago a veces bromas un poco pesadas, quiero que tengas en cuenta que... que te quiero mucho, y que no quisiera perderte.
—Foxy... —dije sin aliento.
Nunca antes en su vida había usado esas palabras y menos dirigidas hacia mí. No podía engañarme: esto era placentero. Quería mirarlo, abrazarlo, quedarme con él. La cocina se tornó oscura, sin vida, callada. Solo estábamos él y yo. Éramos uno, ya no podía regresar a ser yo. No tenía más palabras para describir mi pasión que había estado en ensueño. Y se enardeció cuando sentí los labios peludos de mi zorro sobre mi pico. ¡Oh, por Dios! ¿Esto era en serio? ¿Dónde había quedado el juego de meternos a su cueva y fingir que follábamos para incomodar a Freddy, para que no nos diera órdenes y nos saliéramos con la muestra? No lo supe, tampoco cuando alejó sus labios y miró el suelo, derrotado, apenadísimo y callado.
—Yo… Perdón.
—No, no. Yo me disculpo. Creo que me dejé llevar un poco —dije sonriendo para hacerlo sentir mejor.
—¿Te parece si ambos nos disculpamos?
—Claro.
—Pero —me susurró— ¿les diremos a los demás?
—¿Decirles qué?
—De esto que acaba de ocurrir con nosotros.
—Pues, por lo que hemos hecho los últimos años, creo que no será necesario decir nada. Ahora podemos estar más seguros de hacer lo que queramos en público.
Sin mencionar la intimidad, por supuesto, pensé. Él estuvo de acuerdo. Después me dijo lo que nunca había pensado escuchar de él alguna vez:
—Te amo, mi Chica.
Entonces le sonreí de una forma tan natural y bella. No me atreví a darle otro besote, así que solo le abrí mis brazos para que viniera a abrazarme, fuerte. Y lo hizo, tan cálido como su pelaje.
—Yo también, Foxy.
No había sentido tal momento mágico desde que vivía en mi anterior pizzería. Ni siquiera Freddy había logrado hacerme sentir eso; teniendo tan gentil actitud y cuerpo, no logró captar mi atención. Y me parecía que las dádivas de Foxy hacia mí habían sido las que me hicieron sentir algo por él. Es maravilloso. Esperaba que fuera así por muchísimos años más.
—¿Quieres que te ayude a preparar la pizza... tonta?
—Sí, tonto, ayúdame —dije sonriendo y golpeándolo suavemente en el brazo.
Él, al recibir el golpe, me devolvió otro, y yo también se lo devolví, y así continuamos el resto de la noche. Quién iba a decir que el indicado estaba a tan pocos metros de mi cuarto.
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