Bonnie es un robot animatrónico, el cual nace en una fábrica gastada, donde será desarrollado y culminado en amistad hasta madurar y llegar a su mejor trabajo, el cual es en Freddy Fazbear's Pizza. No sólo se conocerá a sí mismo, sino también a la p...
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Freddy
No tuve palabras para describir la terrible y asquerosa condición en la que se encontraba Bonnie detrás de las cortinas del stage: estaba con el pecho y las rodillas sobre el suelo, con los brazos hacia atrás, con sus muñecas atadas, al igual que con una tela látex pasando por su boca hasta detrás de sus muslos. No paraba de llorar, como si yo no estuviera aquí enfrente de él. Entonces le grité ¡Bonnie! De inmediato abrió sus ojos y conocí una mirada de dolor que jamás olvidaría, como cicatriz en mi alma. Esos ojitos de puro dolor me hablaban con desesperación.
—¡Bonnie, por Dios! ¿¡Qué te pasó!? —Me agaché a su nivel para desatar sus muñecas.
No solo el látex estaba resbaladizo por el sudor, sino todo su pelaje, su pulsátil y adolorido cuerpo. ¿Y qué era ese olor? Eso no solo era transpiración, tampoco olor a sangre. Ese no era su aroma. En segundos que se sintieron como horas, le quité los lazos de látex de sus muñecas, piernas y boca.
—Bonnie, ¿¡quién te hizo esto!? —pregunté cuando se sentó.
Con una voz tan ronca y tan poco parecida a la de él, trató de gritarme ¡Freddy! y se refugió de inmediato en mi pecho. No soportaba verlo así. Era como si todas sus heridas estuvieran en mí. Repetía con pocas fuerzas Freddy, Freddy, Freddy. Lo abracé y comencé a acariciar el pelaje húmedo de su cabeza, debajo de sus orejas, sus mejillas. Nunca antes lo había visto llorar tanto como ahora: me empapó el pecho de lágrimas y sudor.
Después de por fin tenerlo en mis brazos, sentí que lo había abandonado, que mi negligencia hizo que pasara por tanto sufrimiento. No podía dejarlo solo, quería estar muy cerca de él, quería que nunca nos separáramos. Lo jalé más fuerte contra mi pecho, así como entrelacé mis piernas con las suyas.
—Oh, mi Bonnie.
Recosté mi mejilla en su cabeza. No pude evitar llorar su dolor.
—Gracias a Dios estás aquí, Freddy —me susurró en el pecho.
No parecía real, solo no lo parecía. Quería despertar y que nada de esto hubiera pasado. Era obvio que esto era frecuente. Mas ahora siento que al estar aquí, tenía la oportunidad de proteger a Bonnie de cualquier mal, donde ahora pudiera esconderse detrás de mí mientras yo aniquilaba cualquier amenaza. Cuando su llanto disminuyó, aproveché el momento para hablar.
—¿Estás mejor? —. Alcé mi cabeza para verlo a los ojos. Los tenía bien cerrados. Me dijo que sí.