Capítulo 30

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   Solo pensaba en dolor

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   Solo pensaba en dolor.

   No recordaba la última vez que me había quedado en el piso por tanto tiempo. Hasta había soñado con esta pizzería, pero en aquellos lejanos tiempos. Ahí estaba el oso Golden Freddy y su compañero. Todo parecía ser perfecto en esa época. Me parecía una lástima que tuviera que suceder ese accidente y se arruinara el sueño del dueño. A lo mejor ya habría pensado en algo más para satisfacer esa sed de deseo.

   Había olvidado por completo que Bonnie se había enterado del pasado de esta pizzería, y por eso se había dormido conmigo. ¿Dónde estaba? Creí que al despertar lo encontraría aquí conmigo todavía, o que al menos me despertaría para avisarme que se iría a su cama. Según el reloj que se encontraba al lado de la computadora eran aún las cinco de la mañana. De seguro Chica ya estaba en la cocina preparando el desayuno, tan temprano como siempre. Tal vez era buena idea preguntarle si ella había visto a Bonnie.

   Me levanté del suelo y sentí un infernal dolor en mi espalda y mis piernas. Haber estado en esa posición realmente me lastimó el cuerpo. Esa sería una lección para no volver a hacer eso, o al menos para hacerlo con una almohada como apoyo.

   Todo aún estaba oscuro y, como había supuesto, la luz de la cocina estaba encendida dejando salir su luz amarilla a través de la puerta entrecerrada. Cuanto más me acercaba, mayor era el ruido de los sartenes y las ollas siendo puestas de allá para acá. Suavemente abrí la puerta.

   —¿Chica?

   —¿Ah? ¡Oh! Hola, Freddy. Buenos días. ¿Qué te trae por aquí a esta hora de la mañana?

   —Es que hoy tuve problemas para dormir, y pues vine para platicar un momento contigo —dije mientras me sentaba en la mesa de centro.

   —¡Claro! Podemos hablar mientras preparo esta pizza —dijo con su espalda hacia mí—. Ahora haré una pizza muy especial que definitivamente tú y los demás tienen que probar sí o sí.

   —¿En serio? Eso suena rico —titubeé—. Gracias, Chica.

   Pero no pareció haberlo considerado como un halago, sino más bien como una insinuación: esa sonrisa en su pico significaba algo.

   —Oye, Freddy, ¿puedo preguntarte algo?

   —¿Qué?

   —¿Por qué te costó trabajo dormir? —preguntó aún de espaldas.

   —No lo sé, tal vez comí un buen de pizza ayer. O fue el espectáculo.

   —¿Seguro? —dijo media coqueta.

   —¿Sí? ¿Por qué preguntas?

   —Me parece bastante curioso el que hayas tenido problemas para dormir, de todos nosotros el que podría tener problemas es Bonnie por ser nuevo, ¿no?

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