No.

1. Sin título

La mayoría de las canciones duran entre tres minutos y medio y cuatro minutos veinte segundos. He hecho un estudio al respecto en el camino a El Nuevo Colegio. Les explico por qué hago énfasis en el título: Es el colegio más caro de mi ciudad -¿mi ciudad, realmente?- los mejores profesores están ahí y los niños son bastante peculiares.

Sobra decir que estoy nerviosa, todos están nerviosos su primer día de clases. Me quito los audífonos y respiro profundo cuando me tengo que bajar. La falda me pica en la piel recién afeitada y la camisa de me da calor bajo el suéter azul que tengo puesto, sin embargo, quitármelo sería estúpido... La gente cool usa suéter.

Y no es que yo sea cool, pero por lo menos debo intentar no lucir como una chupamedias en este lugar. Suspiro.

Mamá:

"Espero tengas un buen día... " y abrió mi puerta, yo no me moví "Sales a la 1:15, ¿no? Vendré puntual"

Yo:

"A las 12:15, mamá, a las doce, no a la una."

Mamá:

"Eso mismo, bueno, ya, bájate"

Y me bajé del auto con el bolso guindado en la espalda. Respiro profundo de nuevo y me encamino como los demás niños buenos a el patio principal de El Nuevo Colegio... Me siento rara al ver a las demás estudiantes hablar entre ellas, y aunque pasé toda la noche arreglándome el cabello y me maquillé con paciencia esta mañana, me siento fea, fuera de lugar, inexistente. No es nuevo.

Un profesor con lentes extremadamente pequeños para su rostro nos pide a los de último año hacer una fila. Como siempre, me confundo de grupo y el mismo profesor me arrastra hasta otra fila dejándome de última. Por lo que puedo ver, aquí soy una enana... Todas las chicas delante de mí miden por lo menos unos cinco centímetros más que yo y usan carteras en vez de bolsos. Respiro profundo de nuevo.

Esto no es Estados Unidos, aquí no hay bravucones o castigos después de clases... No tenemos lockers –que yo sepa- y tampoco bailes de fin de curso. No existe la magia del amor adolescente sin un chisme de por medio y los profesores les importa mierda si aprendes o no. Es un país de tercera clase donde no hay tiempo para preocuparse por cosas insulsas: tenemos delincuencia, muerte, hambre, corrupción, drogas y mujeres bellas. Bienvenidos a Venezuela.

Vivo en un estado dentro del oriente del país, no en la capital –al parecer la única ciudad del país para el resto del mundo- y el clima no varía mucho durante el año. Nunca he visto la nieve, pero la playa me queda a dos horas.

Todo esto lo pienso mientras cantan el himno nacional con vista a la bandera. En mi colegio anterior los chicos se burlaban del himno cantándolo a tonos ridículos o simplemente no lo hacían, era nuestra pequeña muestra de rebeldía, una señal  para  que los profesores tuvieran claro que, aunque nos encerraran seis horas al día bajo su poder, nunca seríamos sus perras. Aquí no, aquí todos cantan... Yo también, pero muy bajo.

Cuando terminan, todos se mueven a sus salones y caminan muy rápido, casi debo correr para no perderme. Estudiamos en un tercer piso lo bastante alto como para morir si te caes de la baranda pero no tanto como para hacerte pedazos al llegar al piso. El edificio es de color blanco y queda en frente de un campo de fútbol de buen tamaño. Hubo un tiempo que me gustaba el fútbol, ese tiempo no es ahora.

El salón es moderno y frío, con paredes recién pintadas y una pizarra enorme escrita con tiza "Ciencias de la tierra".

 No creo que en último año de bachillerato seamos tan estúpidos como para no saber leer el nombre de nuestra primera materia los lunes. Sin embargo, todos sonríen como en una revista de Martha Stewart... ¿De verdad quieren estar aquí?

La profesora tiene cara de ratón. Es una profesora ratón. Tiene ojos pequeños y negros con una nariz terminada en punta redonda, además de cabello grueso negro y corto casi al ras de la piel. Ratón. Se salta el protocolo de presentación y se lo agradezco, no me parece sano hablarle en voz alta a un grupo de extraños a esta hora de la mañana, simplemente no es de Dios. 

Comienza a hablar sobre lo que va a evaluar este lapso y termina dando las fechas que luego copiaré de algún lugar, hoy no me siento con ganas de escribir cualquier cosa. Ella lo nota y entonces saco un cuaderno para hacer las veces; termina en un dibujo suicida. Rompo la hoja y la doblo.

El sonido hace que todos me vean. Por primera vez se han dado cuenta de que soy nueva, de que he invadido su espacio con mi existencia. Espero una reacción.

Solo miradas largas y exploratorias... me ven el cabello, el rostro, los zapatos, examinan hasta mis uñas y me juzgan. O no, tal vez me miraron por encima del hombro y luego olvidaron que estaba allí. No sé cuál de las dos opciones es peor.

Se termina la clase y antes de salir –luego de que todos abandonaran el salón- la profesora Ratón me detiene.

Profesora Ratón:

"¿Eres nueva?" Yo asiento, es una pregunta estúpida, pero no respondo. "Bien, debes poner tu nombre en la nómina"

Yo:

Profesora Ratón:

"Aquí, en esta nómina. ¿En tu colegio anterior no tenían nóminas?"

De hecho sí, pero no estaba pensando en eso. Tomé el bolígrafo y me detuve un momento a pensar qué nombre debía poner allí... Tardé unos segundos y mi mano comenzó a temblar. La profesora Ratón me veía con el ceño fruncido, los labios apretados. Hice un trazo y me salió una T mayúscula. Tuve que seguir para que dejara de mirarme así.

Tenzyn Fedor.

Magnífico, tengo nombre de personaje de anime.

No sé por qué puse el nombre de mi personaje favorito en el anime que vi hasta tarde ayer en la nómina. No, sí sé, pero se me hace difícil hilar una idea completa.

Suelto el bolígrafo y salgo sin decirle nada. Ella se encoge de hombros y guarda sus cosas.

Sé mi nombre, por supuesto que me lo sé... Lo que pasa es que realmente no sé si soy ese nombre... no sé si soy yo todavía. Ese nombre suena tan vago a lo que solía ser que me enferma tenerlo en la partida de nacimiento. Ahora uso mi segundo nombre para referirme a mí misma cuando hablo sola. 

Debí poner cualquiera de los dos en la nómina, no Tenzyn, por amor a Dios.