21. Knock Out

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Me acuesto y miro al techo. ¿Habrá alguien allá arriba que sepa todo lo que me está sucediendo? ¿Un Dios, una virgen, un santo, un ángel? ¿Alguien? Si es así, ¿por qué me dejan sufrir de ésta manera?

Sé que el monstruo está durmiendo en el cuarto de al lado, sé que puede escuchar mi música, cuando hablo por teléfono... ¿podrá ver dentro de mi mente, también? Me siento tan culpable, tan estúpida, tan... vacía. El otro monstruo arremete contra mi estómago.

Me quedo en silencio profundo y comienzo a soñar.

Ese día.

Llegué del colegio... la mamá de mi mejor amiga me dejó en la puerta mientras yo saltaba de un lado a otro al ritmo de la canción que sonaba en mis oídos. Llegué a la cocina y me serví el almuerzo... estaba demasiado salado el pollo, era mi única preocupación ese día.

Subí a mi habitación y me acosté en mi cama con el uniforme puesto... reía por los chistes de una revista juvenil. ¿En dónde estaba esa colección?

Él entró y me quedó viendo, luego bostezó y buscó entre mis álbumes un CD que alegaba ser suyo.

Yo:

"No está ahí, tus cosas están en tu cuarto... Sal de aquí."

Él:

"No lo consigo... Dame un lado ahí."

Se acostó a mi lado y yo seguí ojeando la revista empezando a molestarme por su malcriadez.

Yo:

"¡Aaron, vete de aquí!" Le grité apoyándome en mi codo para verle la cara. El no se movió de lugar si no que cruzó sus brazos por detrás de su cabeza para ponerse cómodo. "¡Que te vayas, dale, me haces molestar!"

Como no se había movido, yo decidí irme del cuarto. Pasé una pierna por sobre él, ya que estaba en la orilla y cuando iba a pasar la otra, me apresó. Puso sus manos en mi cintura y me atrapó sobre él. Yo le golpeé con la revista y él la tiró al piso.

Sus ojos brillaban con un tipo de maldad que no había visto jamás.

Se sentó dejándome sobre sus piernas a la fuerza y me miró a los ojos que en ese momento tenía maquillados. Me hundí en sus ojos también, tratando de descifrar aquello. Un momento después me besó el cuello y luego los labios.

Con mis manos traté de separarme pero, para ese entonces,  ya sus manos habían apresado mi espalda con tanta fuerza que apenas podía respirar. Metió su asquerosa lengua dentro de mi boca y yo comencé a gritarle que se separara, que estaba mal, que éramos hermanastros, que no tenía sentido, que por favor me dejara en paz... rogué.

Metió sus manos debajo de mi falda y entonces comencé a gritar más fuerte, mucho más fuerte, pero era un monstruo el que ahora me aprisionaba dentro de sus brazos... traté con cada hebra de mi fuerza golpearle, patearle e incluso salté de encima para escapar. Caí al piso dándome un golpe en la nariz que comenzó a sangrar un poco.

Antes de que pudiera levantarme, él me alzó casi en el aire y me puso debajo de él, yo luché, luché tanto... alcé la cabeza y entonces me golpeó contra el marco de la ventana. Me dolió tanto que su voz sonaba difusa, pero podía reconocer lo que estaba diciendo:

"Haz silencio... haz silencio, nadie se va a enterar."

Mis niveles de miedo se dispararon al máximo punto. Comencé a rasguñarle el rostro, a tratar de morderle, ya que su peso descansaba sobre mis piernas y no podía moverme. Pero todo era inútil ¡Inútil, maldita sea! Ahorcó mi cuello con una sola de sus manos grandes haciendo la presión exacta para que el oxígeno comenzara a faltarme. 

Un estudiante de medicina sabía esto y mucho más.

Luego golpeó mi pecho, entre las costillas de mi lado izquierdo para sacarme el poco aire que había conseguido inhalar. Mi cuerpo cedió. No podía siquiera ver bien lo que me hacía... las lágrimas hacían su rostro borroso.

Grité por última vez cuando me subió la falda hasta el estómago... luego no más.

Y me hirió.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince veces en un ritmo asqueroso. Sentía los sonidos que se derivaban de su garganta, sonidos de excitación y agrado. Yo solo lloraba, lloraba en silencio, le volvía a rogar que se detuviera.

Sentí cómo acabó adentro de mí y perdí todas las fuerzas que alguna vez gané. Se limpió la boca, subió el cierre y me dejó tirada en la cama. Su camisa tenía manchones rojos, sus manos también.

Eso fue todo. 

Luego vino la peor parte.

Gotas de sangre en la cama, el dolor abrasador que me quemaba las entrañas, mis piernas temblorosas.

Caminé hasta el baño y me quité la ropa lentamente pues mi carne estaba sensible y todavía estaban naciéndome moretones en los brazos, en la cintura y en mi vientre que aún resentía el ataque. Encendí la ducha y me acosté en el suelo de la regadera.

La sangre se dispersaba con el agua y desaparecía en el drenaje. Mis manos temblaban, yo lloraba sin darme cuenta. Me dolía mucho estar levantada y justo ahora podía sentir el mismo dolor apoderarse de mi abdomen.

Permanecí allí por tres horas... mi madre llegó y se fue de nuevo, Julio se llevo a ese monstruo al aeropuerto. Al otro día mi madre puso un paquete de toallas sanitarias sobre la despensa de mi baño por la sangre en mis sábanas. Después de eso ya nada había conseguido su curso.

Recordar con tanto detalle todo esto me hizo reconocer que por más que quisiera nunca lo olvidaría. Él me rompió, tomó mis pedazos y los pisó... yo nunca estaría completa de nuevo, jamás.

El silencio de mi habitación y las sombras proyectadas en el techo por mis dibujos eran mi realidad... mi sobria realidad que amenazaba con hundirme por completo... Yo quería hundirme por completo. Sería tan fácil no sentir más dolor, morir de una vez por todas y ya.

¿Qué me mantenía viva? Tal vez no era lo suficientemente valiente como para suicidarme. O tal vez, solo tal vez, dentro de mí había una pizca de esperanza que a pesar de todo el infierno que se había desatado, sobrevivió.

El picaporte de la puerta se movió y yo me alerté enseguida.

Salí de mis pensamientos, alarmada. Miré debajo de la puerta, sus pies estaban allí. Yo había cerrado la puerta con seguro como todas las noches... pero... él quería entrar. La sombra de sus piernas desapareció.

Comencé a llorar otra vez pero con tanta fuerza, que tuve que ponerme las manos sobre la boca y así ahogar mis gritos... hice tanta presión que mi nariz comenzó a sangrar.

Esto nunca acabaría.

No.Where stories live. Discover now