No.

31. Malabarista

Desde aquel día, le pedí a mi amigo que no habláramos más del tema y él me lo prometió a cambio de que yo buscara la manera de decírselo a mi madre. 

Por supuesto que tengo miedo, pero más que eso, es resignación. Si se entera y me mata luego, me da igual a que lo metan preso y yo sea feliz. Me inclino por la segunda opción.

Pasaron dos meses más... ¿no es increíble? Había sobrevivido dos meses más de aquella locura, mejorando todos los días un poco más. Estaba comiendo mejor y el dolor en mi estómago comenzaba a cesar. Comencé a correr todas las tardes y mis dibujos –aún feos y bizarros- mejoraban.

Creo que nunca me había sentido tan bien desde que pasó aquello. Contarle a alguien fue lo mejor que me pude hacer realmente, y además, el monstruo no había vuelto de Caracas por sus estudios.

Creo que si estuviera lo suficientemente lejos de mi y por más tiemp,o yo conseguiría superar el daño que me hizo.

Léo sigue insistiéndome en que debo hablar.