23. Génova

5 0 0
                                    

Fin de año y yo no me había movido de mi cama en todo el día. Era una tarde radiante llena de sol y nubes esponjosas bajo el cielo azul. Hoy vendría mi familia para celebrar el último día del año... y yo... yo no me había levantado.

Llegaron autos y autos a casa de Léo y creí escuchar la voz de Karen y las demás a eso de las tres. Cuando ellas se fueron, mi madre entró a mi habitación. Tenía el cabello castaño recién planchado y lucía un conjunto pre-fiesta de blanco lino.

Yo veía hacia la ventana.

Se quedó  viendo por un momento los dibujos que cubrían casi toda la superficie del cuarto... la ropa tirada en el piso, más papeles, vasos medio llenos de agua y puso especial atención al dibujo de Léo que estaba pegado en el vidrio. Yo tenía el cabello deshecho, la cara hinchada, los brazos marcados y unas ojeras nada normales. Sentí su repulsión por la vista que yo le había proporcionado, pero tan siquiera me digné a voltear para verle a la cara. Hoy la odiaba más que nunca... hoy todo me dolía.

Amelia:

"Qué... ¿qué pasó aquí? Hija, ¿qué es todo esto?"

Permanecí en silencio.

Recogió un dibujo del suelo y se ahogó con su aliento. Creo que vio el de la chica ahorcada.

Amelia:

"¿Esto lo dibujaste tú?"

Yo estaba suspendida, apagada, la mitad de mis párpados estaban abiertos pero viendo a la nada. Sentí su humilde llorar y luego un retazo de su furia.

Amelia:

"Querida, por favor, vístete... te conseguiré ayuda mañana mismo, pero levántate de esa cama... ¿Te sientes mal?" Yo respiré profundo. "Vístete que la familia va a llegar."

Sentí tanta rabia que pude golpearla, si tuviese fuerzas.

Yo:

"Sal de mi cuarto, mamá. Por favor." Mi voz sonaba ronca y lastimada, ni yo misma me reconocí.

Ella flaqueó. Un segundo después de dejar el vestido nuevo sobre la silla de mi escritorio, se fue.

Me senté sobre la cama y miré el lindo vestido que me había comprado días atrás.

Luego me lo pondría, después de dormir un par de horas.



Me lo puse y arriba usé un suéter delicado para esconder mis brazos todos feos y dañados. Eran las once de la noche.

Traté de hacer lo mejor que pude con mi cabello y mi rostro, pero igual me veía terriblemente pálida y seca. Los labios apenas tocaron el bálsamo ardieron, los había estado mordiendo mientras dormía. Traté de recomponerme mientras me miraba en el espejo... el espejo nunca me mentiría, así lo necesitase. Miré el lugar entre mis notables clavículas y dibujé un moretón allí, donde había tratado de ahorcarme, se veía real en mi imaginación.

Bajé las escaleras y llegaron dos tíos con sus familias. Me saludaron, me dieron un regalo que yo dejé en la mesa de entrada y salí de la casa. Todo era risas y diversión fuera de mi cuarto, qué pereza.

Caminé hasta el lago y me quedé un rato viendo los patos nadar para cruzarlo. Léo se detuvo a mi lado y me vio por un momento con detalle, ésta vez no tenía cigarrillos o chocolates.

Léo:

"Lindo vestido."

Yo:

"Deja de burlarte." Él rió, nunca pensé en que podía verme así vestida.

Léo:

"Te ves bien, Tenzyn, en serio."

Yo:

Léo:

"Se supone que el mundo debió acabarse este año."

Yo:

"Debió acabarse hace cuatro meses, dos semanas y seis días y medio."

El pensó en la fecha... no estaba hablando del apocalipsis maya.

La noche había caído hace varias horas, ahora solo brillaban los espontáneos fuegos artificiales sobre la superficie del agua.

Léo:

"¿Quieres cenar en mi casa?"

Yo:

Léo:

"Porque se nota que no quieres estar en la tuya."

Yo:

"Creo que mi mamá se preocuparía. Nos vemos después, León Simosa."

Léo:

"Nos vemos después, Génova Fedor."

Yo me detuve en seco. Ese era mi nombre, mi verdadero y olvidado nombre... ¿Quién era Génova Fedor, después de todo? Yo me volteé y le miré a sus ojos negros casi un minuto entero, sin palabras.

Se encogió de hombros.

Léo:

"¿De verdad creías que era tan estúpido como para no saber que ese era un nombre inventado? Tenzyn, el hijo de Aang y Katara, maestro aire."

Yo:

-silencio otaku-

Léo:

"¿Qué te pasa?"

Se acercó a mí y mis ojos sin ninguna razón se llenaron de lágrimas. Nunca le mentí, siempre supo mi nombre.

Insistió con la misma pregunta que me hizo el día en que me conoció. Yo tragué saliva... Todo, todo me pasaba, estaba muriendo lentamente, se me iba la vida segundo tras segundo. Me tomó por los brazos y me sacudió un poco, nervioso por mi silencio. Mi labio inferior temblaba.

Léo:

"Creo que tengo una teoría, pero solo quiero oírlo de ti."

Yo:

"No puedo... no-no, pue-puedo." Tartamudeé presa de mis intenciones. ¿Sería capaz de hablar pese a su amenaza?

Léo:

"Tengo miedo de que pueda pasarte algo... yo... he notado... "

Su voz me minó la mente:

"No resistirás para contarlo."

"No resistirás para contarlo."

"No resistirás para contarlo."

"No resistirás para contarlo."

Me separé de su agarre y di un paso atrás.

Yo:

"Déjame en paz. No necesito ayuda."

Léo:

"¿No necesitas ayuda? Mírate, mírate, como sé que lo has hecho... mírate y dime si no necesitas ayuda. Veo las marcas en tus brazos, sé que no comes nada."

Yo:

"¡Cállate, maldita sea!" Le grité comenzando a temblar.

La cosa que había destruido mi vida:

"¿Qué está pasando aquí?"

Me alejé de inmediato y como acto reflejo, mi estómago se contrajo. Léo frunció el seño como comprobando su sospecha y después pasó su mirada al monstruo que me tomó por un hombro... Sin mediar palabra con mi amigo, Aaron me encaminó hacia la casa dejándolo atrás.

A medio camino flaqueé y casi tropecé sobre la tierra... Mi hermanastro me apoyó contra su costado y me ayudó a seguir. Él también sospechaba.

No.Where stories live. Discover now