25. Bastante pero no suficiente

5 0 0
                                    

Despierto y todo está oscuro, abro los párpados y encuentro mis ojos hinchados, más bien, dolidos, diría yo. Está lloviendo y a lo lejos puedo escuchar la música navideña que se reproduce en la sala.

No recuerdo como he llegado a mi cama, pero sí recuerdo lo que quería hacer antes de desmayarme -¿desmayarme?- quise morir. Pero ya no puedo llorar, he quedado suspendida en los hechos y me duele, más de lo que quiero admitir, el dolor de Léo cuando sucumbí en sus brazos. Qué pena.

Me duermo otra vez.

Despierto de nuevo y siento muchísimo frío, estoy temblando, tengo fiebre y todos mis huesos duelen. ¿Cómo llegué aquí?

Hago un enorme esfuerzo y me levanto de la cama: Las rodillas están sucias y parte del vestido también, tengo el cabello hecho un desastre y mis manos tiemblan tanto o más que antes. Suspiro y me hago una cola en el pelo.

Creo que he caído en una crisis psicótica cuando descubrí todo aquello... ¿sería posible? ¿Podía creer en la posibilidad de un "no" realmente? La cabeza me daba vueltas  y preferí mantenerme en blanco a estar sacando conclusiones dolorosas.

Los pies descalzos me dolían pero no encontraría los zapatos en esta oscuridad así me golpearan la frente, así que decidí dejarlo así. Llegué al corredor y luego a las escaleras, quedaban solo mis padres y él.

Julio corrió para ayudarme a caminar y midió mi temperatura, mi mamá me sentó en su regazo.

Aunque la odiaba la mayor parte del tiempo, ahora, su abrazo hizo que parte de mí se consolara como cuando tenía diez años. Quise llorar, pero no pude, era como si estuviese apagada y no sabía cómo remendarlo. Él me miraba e incluso intuí un poco de culpa en su mirada.

Quería que supiera que él me había convertido en esto, en un trapo usado, roto y olvidado sin fe o voluntad. 

Amelia:

"¿Te sientes mejor?"

Yo:

Julio:

"Pienso que deberíamos llevarte a emergencias."

Yo le eché una mirada furtiva. Lo menos que quería en el mundo era manos de gente desconocida sobre mi cuerpo. Mi padrastro dio un paso atrás y yo me acurruqué más con mi madre.

Él:

"Me parece que no estás comiendo bien... y bueno, eso no es bueno para tu delicado estómago."

Su voz me seguía rompiendo.

Léo:

"Sí, su estómago." Infirió con cierto gesto sarcástico que alcancé a verle.

Supongo que fue él quien me trajo a casa, después de todo... otra vez había lucido con mi mayor fragilidad ante sus ojos, como una muñeca. ¿Cuál habrá sido la excusa?

Yo:

"¿Qué pasó?"

Amelia:

"El vecino te trajo cuando te desmayaste afuera... me dijo que te sentías mal y que querías aire. Gracias a Dios te trajo, Génova, mañana te llevaremos al doctor."

Yo a Dios no podía agradecerle nada, realmente.

Léo:

"Génova... ¿quieres que te ayude en algo?"

Yo negué con la cabeza y me levanté para caminar con cuidado a la otra sala, a la salida de la casa para acompañarlo hasta la puerta frontal.  Mis padres subieron a su habitación y Aaron subió hasta el corredor de los cuartos, viéndonos. Celoso.

Léo se acercó a mí y yo nos saqué de su vista para hablarle... ¿Qué podía decirle ahora? Era obvio que debía contarle algo después de aquel episodio, pero sabría que mentía si lo hacía y yo no estaba preparada mentalmente para decir la verdad.

Yo:

"Gracias por traerme a casa... yo, te llamaré estos días para ir al cine."

Léo:

"¿Cómo puedes decirme algo así después de lo que paso?" Yo parpadeé y di un paso atrás, obstinada por su falta de tacto. "Más pronto que tarde me enteraré de lo que sucedió, Tenzyn, y entonces..."

Yo:

"¿¡Y entonces qué?!" Abrí mis ojos por completo y él dejó de mirarme. "¿Vas a detener tu vida por mí? ¿Vas a resolver todo este desastre? No... Léo, no puedes y no debes... quiero que te mantengas fuera de esto. Desde ahora."

Miró sus manos y después a la lluvia. Negó con la cabeza, frustrado. Mi corazón latía rápido, me dolía despedirlo de mi vida, pero ya nada quedaba de mí para que me quisiera como su amiga. Se mordió el labio y luego se enderezó respirando profundo, yo estuve a punto de hablar.

Léo:

"Tal vez me importas demasiado como para mantenerme fuera de esto." Mi respiración se entrecortó, lo miré de nuevo, vacilante. "No creo que pueda detener mi vida por ti... pero sé que no te puedo dejar atrás. ¿Qué clase de persona sería si me alejo de ti sólo porque estas pasando por algo complicado? No soy esa clase de persona. Soy tu amigo, no quiero rendirme."

Yo:

"Debes intentar serlo, por mí, porque no quiero que termines..." Me costó encontrar una palabra. ¿ÉL sería capaz de lastimar a Léo porque estaba cerca de mí? ¿Sería posible, o en realidad no le importaba? "...Lastimado."

Silencio incómodo. La lluvia salpicaba en la puerta y mojaba nuestros pies, pero aún inmuto, seguía mirándome a los ojos tratando de descifrarme, como siempre.

Léo:

"¿Cómo voy a poder olvidarlo?" Su voz sonaba incluso más honda, ronca y grave, podía sentir como me retumbaba en los oídos. "Sé que no es lo que quieres, pero no me voy a alejar de ti."

Se acercó más y con delicadeza impuso un beso tierno sobre mis labios cerrados. Una lágrima se derramó y cerré mis ojos con fuerza para no verle partir. Hice como cuando era pequeña, si no lo veía, era como si no hubiese pasado... pero cuando abrí los ojos de nuevo, ya no estaba y la lluvia arreciaba sobre su sombra que se distorsionaba al alejarse.

Si no había lágrimas para llorarle, a mi cuerpo no le importaba, porque comencé a sollozar en silencio mientras me hundía en mí misma sobre el suelo frío y parcialmente mojado.

¿Por qué todo era tan injusto? Me lo había dicho de frente, sin vacilación alguna pero yo aún no podía creerle. ¿Cómo se podía sentir amor por mí? ¿Por qué si yo sentía algo parecido sigo pensando que es algo imposible? Era como un capricho infantil de no querer algo gratis y tan maravilloso solo por el hecho de no habértelo ganado... Y ahora se había ido.

Dioses, quise morirme de nuevo, aquello no podía estar pasando de verdad.

¿Sería una pesadilla? 

No.Where stories live. Discover now