10. Paseo por el infierno

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Menos de un mes y ya tenía una reputación. ¿Era tan malo, realmente?

La única que me hablaba, y a escondidas, era Mina... Los muchachos me ignoraban sin malicia, simplemente no era lo suficientemente interesante como para atraer su atención.

Pronto vendría las navidades y eso me asustaba... Él probablemente viajaría con nosotros a casa de mi familia en las fechas festivas y no habría piscina ni lago al que escapar. Tragué saliva con esfuerzo. 

Entre la noche de ayer y ésta mañana el monstruo de mi estómago empezó a escupir fuego hasta mi garganta haciendo casi imposible el paso de saliva u oxígeno; gracias a Dios me quedaban unas pastillas olvidadas en mi cajón de baño, las tomé ayer antes de dormir. Además de calmarme el dolor de garganta, me dejó la cabeza embotada incluso después de que desperté.

Apenas podía definir las voces que sonaban como si estuvieran borrosas, como si fuesen recuerdos vagos de algún sonido que muchos segundos después yo lograba identificar. Imagínense como pasé el día entre clases... Apenas podía mantener los ojos abiertos y por si fuera poco, comenzaba a ver colores en los rayos de luz solar.

Después de un rato dudé de lo que leí en la etiqueta... ¿Qué tan fuerte sería esta medicina?

A las once de la mañana el efecto se había disipado pero el dolor de garganta volvió incluso con más fuerza. Traté de sorber jugo de naranja y éste me hizo escupirlo, una lágrima salió de mi ojo izquierdo... ¿Por qué tenía la garganta tan irritada? ¿De tanto vomitar? Por supuesto que sí.

Léo trató de acercarse, pero antes de que se sentara, yo me levanté para salir del colegio, no me importaba si había clases a última hora o no.

No estaba molesta con él, no había razón alguna para que yo quisiera dejar de hablarle pero no podía aguantar otro tipo de notas como la última que me envió Karen... era demasiado.

Todos estaban saliendo de sus salones cuando vi la camioneta de mi mamá estacionada a unos metros. Sonreí al pensar que pudo haber venido a ver cómo iba en clases o si por casualidad había pensado que ya estaba libre. Abrí la puerta y me monté rápido para evitar mirar a Léo que venía detrás de mí.

Él:

"¿Ese no es el vecino?"

Su voz me recorrió la espina dorsal como corriente eléctrica. No sé si alguna vez han sentido esto. Es parecida a la sensación de cuando estás a punto de desmayarte. 

Mi voz se cortó en seguida, como si tuviese una roca en la tráquea.

Sé que el terror apareció en mis ojos porque sus facciones lo reflejaron... ¿No sabía que le tenía tanto miedo? Sus labios se apretaron en una línea y sus manos se aferraron al volante. Yo debía bajarme de ese auto a cómo de lugar, pero mi cuerpo seguía rígido, totalmente frío con la impresión de su rostro aún en mis ojos. Sentí el auto una piscina, un lugar lleno de agua que me ahogaba.

Yo no respondí a aquella pregunta y él no habló de nuevo hasta que estuvimos frente a un semáforo en rojo.

Él:

"¿Por qué saliste temprano?"

Yo traté de hablar, pero era como si me hubiese apagado. Solo pensaba en aquel día, en aquel momento que... Comencé a hiperventilar. Torné mi mirada al suelo y conté las líneas blancas que se comía la velocidad hasta llegar a mi casa. Él habló un par de veces más pero apenas era consciente de su voz; sentía como si me fuese a desvanecer.

Cuando llegamos a la casa, que parecía una foto de artículo de revista, él apagó el motor y me miró mientras yo seguía viendo el asfalto. Noté que el sudor me corría por la nuca y se escondía en mi suéter... Entornó sus ojos y tomó mi hombro como una condolencia,  sonrió un poco. 

Salí del carro de un solo salto y corrí lo más rápido que pude hasta mi habitación, evitando a mis padres que arreglaban las cosas para comer en la mesa, como una familia.

Llegué a mi cuarto, cerré la puerta e impulsivamente corrí hasta el baño, pero antes de siquiera tumbarme de rodillas para vomitar, todo aquello se me vino a la boca y se me salió en el lavamanos. Seguía siendo solo agua, trozos de galletas y saliva. Pero lo último fue mi cena de ayer y esto lo llevé al vaso. Seguía teniendo arcadas al todavía sentir su perfume impregnado en mi ropa, vomité esta vez y unas gotas de sangre se difuminaron con mi visión.

Quería matarlo, maldita sea... Quería agarrarle la cabeza y estrellársela contra una pared hasta que su sangre mojara mi ropa y sus ojos se salieran de su órbita para evitar verles de nuevo en mi vida.

Alguien tocó mi puerta.

Julio:

"¿Qué pasa, estás bien?"

Yo:

"Ya bajo."

Se quedó un rato ahí y yo traté de limpiar el lavamanos como pude. Luego lavé mi cara sin lágrimas pero eternamente pálida y me cambié de ropa. Me senté en mi cama y traté de recuperar control sobre mi cuerpo. Respiré hondo cuantas veces pude y me obligué a dejar de temblar.

Léo tenía razón: Nadie podía sacarme de mi casa, de mi vida, de mi cuerpo.

Bajé y me senté en la mesa con otra cara, una más ofensiva y menos doliente. Pensé en su sangre mojando mis manos, cálida y espesa... mis espasmos disminuyeron.

Se sentó a mí frente a espaldas de la luz solar que entraba por las ventanas traseras; tenía una camisa que había comprado ayer y los mismos jeans de siempre, el mismo perfume, el mismo peinado. Tiene los ojos marrones claros y el cabello entre un marrón claro y rubio peinado hacia arriba, todo a la moda. Tiene una sonrisa un tanto torcida, pero apenas desconcierta con sus facciones de niño lindo. Es el moderno prototipo de lo que toda mujer quiere en la vida... es eso que siempre quise evitar.

Hay tensión entre él y yo porque trato de no verle a la cara, lo ignoro como si fuese un mueble más en la casa.

Mamá:

"¿Cuándo sales de vacaciones, Aaron?"

Él:

"Después del diez de diciembre." Todos sonríen, yo me ahogo en pasta.

Julio:

"Estamos planeando ir a casa de los padres de Amelia para navidad en Caripe, vamos a celebrar en una cabaña, irán todos."

Él:

"Está bien... Pásame el queso mamá."

Odiaba, odiaba, odiaba con todas las fuerzas que podía reunir que le llamara así. Y él lo sabía, por eso lo dijo mientras yo intentaba tomar jugo. Ella no era su mamá... Apenas era la mía, ¿cómo podía ser la suya?

Mamá:

"Ahí tienes, hijo."

Fue como si hubiesen disparado el gatillo de mis piernas.

Me levanté de la mesa y dejé caer el plato en el lavaplatos con fuerza, éste se rompió y todos me vieron perplejos. Los miré y luego negué con la cabeza, no podía contener la frustración que aquello me provocaba.

Mamá:

"¿¡Qué coño de la madre te pasa a ti, carajita?! ¿Por qué hiciste eso?" Exclamó levantándose. Yo me encaminé a mi cuarto sin decir nada.

Julio:

"¡Regresa y pide disculpas!" Luego me llamó por mi nombre, apenas reconocí esas sílabas en voz alta. Seguí caminando aún más rápido.

Mamá:

"¡Regresa o ya vas a ver!" Me gritó mamá.

Yo:

"¿Qué es lo que voy a ver?" Le desafié en voz baja, ella dio un paso atrás mientras yo me volteaba para darle la cara. "¿Qué me vas a hacer?" Ella flaqueó. Mi rostro debió lucir como mil demonios encerrados. "No te atrevas a acercarte a mí, por favor." Casi le rogué y corrí.

Llegué a mi cuarto y me acosté en el suelo... No podía creer lo que estaba pensando... Yo... yo la... yo la odiaba. 

No.Where stories live. Discover now