Y ahora, la peregrina idea de una centennial y una aspirante a cantante, de voz profunda y alma vieja, me han obligado a romper, de golpe, las siete cerraduras bajo las que encerré recuerdos y sentimientos, cuyas llaves arroje, hace media vida, al fondo del pozo de mi memoria.
Siento la mano de Pruden sobre mi brazo. Su voz me devuelven al presente.
–Ni por lo más remoto imaginé que pudiera afectarte de esta manera...
Me revuelvo en mi asiento. Me levanto, enfurecida conmigo misma.
–¿Piensas que yo sí? Por favor, Pruden, ¡es absurdo! ¡No tiene ni pies ni cabeza!
No soy consciente de que he alzado demasiado el tono de voz.
–Lo primero, por favor, tranquilízate un poco y deja de gritar –me pide con su calma habitual–. Lo segundo, algo tiene que tener, no sé si pies o cabeza, aunque apuesto por la cabeza, para que hayas reaccionado de esta manera.
No es la cabeza, es el corazón, pienso, aunque prefiero no seguir hurgando en la herida.
Me vuelvo a sentar, derrotada. Derrotada y descolocada.
–Vamos a hacer una cosa –me dice, cogiéndome las dos manos–. Te vas a casa. Lloras, pataleas o te flagelas, si eso te consuela. Hasta puedes concederte un ratito de autocompasión. Ratito, ¿eh? Nada de regodearte, que nos conocemos. Y luego, ya, te centras en el trabajo. Sabes por experiencia que el trabajo lo cura todo.
Asiento. Tiene razón, para variar.
–En este momento, tu trabajo, y el mío, consiste en intentar conocer todo lo que podamos sobre el paso de Alba Reche y Natalia Lacunza por OT, y leer fics a degüello. Te digo, que los vídeos de Wartanera te van a gustar. Y, sobre todo, te van a quitar las tonterías de la cabeza.
La miro, incrédula.
–Hazme caso. He pasado un rato estupendo viéndolos.
–Si tú lo dices...
–Lo digo –afirma, rotunda–, así que ponte a ello. Sobre las nueve, Cova y yo nos vamos a cenar contigo. No hace falta que cocines, ya pedimos algo.
Sonrío. Nadie como Pruden para quitarle hierro a los asuntos, para ayudarme a poner los pies en el suelo.
–Cuando estés más tranquila, mañana, o pasado, tenemos tiempo, decidimos lo de la entrevista de Jimena.
Le doy un abrazo, mientras susurro un gracias emocionado.
Al soltarse, me da una palmada en el culo y me dice:
–¡Hala, a casa, a currar, señora directora! Luego nos vemos.
Ya en mi hogar, dulce y solitario hogar, con el ánimo bastante más sosegado, me dispongo a cumplir el encargo de Pruden.
No me concedo ni un segundo de autocompasión. Bastante drama me he proporcionado ya, mecagoentodo. Eso sí, mantengo un breve, pero intenso diálogo conmigo misma, al objeto de recordarme: que acabo de cumplir cuarenta y tres; que los hechos en los que me he revolcado con tanta vehemencia, y absurdez, ocurrieron hace más de veintitrés años, y que tiene cero sentido, pero cero, cero, que los haya revivido como si hubieran ocurrido el mes pasado.
Me doy una ducha. Me pongo ropa cómoda y me preparo mentalmente para afrontar la tarea. Me hago un sándwich de crema de queso con pepinillos agridulces que acompaño con una copa de albariño bien frío. De postre, una buena ración de helado de mora con chocolate. Son las cinco de la tarde y no he probado bocado desde el desayuno.
Conecto la tableta con la tele. Si tengo que tragarme los vídeos de la youtuber tinerfeña, al menos, que sea en una pantalla decente. Estoy harta de dejarme los ojos con la tableta.
No necesito llegar al tercer vídeo para darme cuenta de que Lore tienen razón. ¡Sí son! Una escena del tercero me lo confirma. Son aquí y en Pénjamo.
Me encantaría que alguien me aplastara ahora mismo. Suelta Natalia, al aire, como quien no quiere la cosa.
Le falta poco y menos, a Alba, para ponerse encima de ella en el sofá, delante de la ensalada del resto del grupo. Pero, vamos, que no es que se ponga encima, de manera inocente, no, ¡se coloca! Le pone la pierna en el coño a Natalia, y ella sitúa el suyo en contacto directo con el muslo de la otra. De primero de novias.
Y todo así, vídeo tras vídeo. Que si te duchas conmigo, que si te como a besos, que si te toco el culo, que si nos casamos... Pero, bueno, vamos a ver, ¿esto qué es lo que es? ¿Qué son esas miradas? ¡Si se comen con los ojos y lo que no son los ojos! ¿Y esos toqueteos constantes? ¿Y esos besos en el cuello? ¿Y esos abrazos, que como se descuiden se van a fundir? ¿Y esas caricias? Si hasta Natalia dice, en un momento, que tiene las hormonas revolucionadas... No me extraña nada, si no paran de tocarse, ¡por favor! Yo, ya hubiera explosionado.
Ya lo puede negar el papa Francisco en una encíclica, estas dos tienen algo, como me llamo Ana Arango Amieva.
Tecleo un mensaje para Lore.
Voy por el tercer vídeo de Warta. ¿Me explicas?
La pantalla del WhatsApp se llena de caras carcajeantes.
No te queda nada, jefa.
Y ahí me deja.
Insisto.
¿Me estás diciendo que la televisión pública de este país ha emitido imágenes de dos mujeres a las que solo les falta comerse la boca en público?
Me responde al instante:
Cuando llegues a la semana de Toxic y veas la clase de Itziar Castro y Alba y Natalia se emocionan con She used to be mine, me avisas. Y, si eso, hablamos.
Mañana, en la ofi, ¿eh?, que voy a hacer un FaceTime con Sol esta noche.
Ánimo, jefa.
Estoy tan entusiasmada con los vídeos que, cuando Pruden y Cova, llaman el timbre del portal, hasta me sobresalto.
El abrazo de Cova me confirma que Pruden la ha puesto en antecedentes.
–¡Ay, mi niña! –me revuelve el pelo, cariñosa– ¡Qué jodidamente caprichoso es el destino!
Pruden cambia radicalmente de tema, en previsión de que vuelva a enajenarme.
–¿Has hecho los deberes?
Asiento con la cabeza, como una alumna aplicada.
–Y, ¿qué me dices de los vídeos? ¿No son geniales? A esa chica tenían que darle un Ondas al mejor montaje televisivo.
–Geniales –admito sinceramente –. Y ellas dos, una monada. Fíjate que hasta me da pena no haber seguido Operación Triunfo...
–¿Lo ves? –pregunta con una cara de satisfacción tal, que no puedo por menos que reírme a carcajadas– Aunque solo sea por el buen rato que nos hacen pasar, va a merecer la pena la ocurrencia de Lore. ¿Hasta dónde has llegado?
–Hasta el treinta y siete. ¡Son muy cortitos!
–¡Esta es mi chica! –exclama Pruden.
Me da un abrazo demasiado intenso, para mi gusto, teniendo en cuenta que, en teoría, estamos comentando un tema de trabajo. Deduzco que está aliviada al comprobar que su receta ha funcionado y vuelvo a ser yo misma. Me too.
Y, ya, nos dedicamos a analizar, al detalle, las actitudes de las chicas en los vídeos. Tal es nuestro entusiasmo que Cova, ajena al tema, se dedica a los asuntos propios de la intendencia doméstica, a la espera de que nos llegue el pedido de mi chino favorito. Por no oírnos.
–Lo que me río con los subtítulos de Warta, no está en los escritos –asegura Pruden–. ¡Por favor, qué divertidos! Y, ¡cómo da en el clavo, la jodida!
–¿Cómo es eso de repaso 35327 del día? –añado, muerta de risa– Y lo de las fichas... ¡Me parto!
–¡Joder, pero si es que se comen con la mirada y con lo que no es la mirada! –remata Pruden, utilizando las mismas palabras que yo. Por algo somos de la misma quinta– Mira, igual soy más simple que una peseta, pero para mí que estas dos están más que liadas. Que no hayan consumado, por las circunstancias, algo que dudo, porque si se duchan juntas, ya me dirás, es lo de menos.
Pienso, pero no lo verbalizo, por no inquietar a mis amigas, que me recuerdan demasiado a Jimena y a mí que, a su edad, no podíamos quitarnos las manos de encima.
–¿Has visto las expresiones de las dos, en el momento en el que están haciendo un ejercicio, en la clase de Los Javis, y Marta lleva a Natalia para que abrace a Alba?
–¡Ay, sí! ¡Qué ternurita! –parecemos dos adolescentes, Pruden y yo.
En cuanto nos sentamos a la mesa, que tan primorosamente ha puesto Cova, Pruden y yo, sin mediar palabra, decidimos dejar a un lado los comentarios adolescentes sobre las triunfitas y pasar a temas más serios. En consideración a Cova.
–No me extraña que hayan armado tanto revuelo entre la juventud –dice Pruden–. Son monísimas y no tienen ningún reparo en demostrar lo que sienten la una por la otra. Ya podíamos haber tenido, nosotras, en nuestra época, un espejo parecido en el que mirarnos.
–¿Sabéis lo que más me gusta a mí?
Las dos niegan, al unísono, mientras atacan el chop suey de gambas.
–Que sean dos mujeres las que estén levantando tantas pasiones, en vez de los guapitos de turno.
–¿Guapitos? –pregunta Pruden, con sorna.
–A ver, son monos, los chavales... No sé si cantarán algo, pero son los típicos a los que parece que han puesto ahí para que las adolescentes enloquezcan y compren todos sus discos.
–Han debido cambiar los gustos, desde hace veinticinco años –asegura Pruden–, porque yo, exceptuando el chico negro, que apunta maneras gay, no hubiera mirado para ninguno.
–Eso no es significativo, amiga mía –le rebato–. Tú has sido consciente de tu lesbianismo desde la cuna.
–Pero tengo ojos en la cara, ¿eh? –protesta, con razón.
–Y con todo esto, ¿qué se supone que tenéis que hacer? –nos interrumpe Cova.
–Nos ha dicho Lore, que estos vídeos nos van a servir para conocerlas. El carácter que les adjudican las autoras de los fics, está basado en su forma de ser y hacer, dentro del concurso.
–Conocerlas nos va a ayudar, no solo a disfrutar de los fics, sino a entender por qué han desatado esta locura.
–Eso os lo digo yo, solo por lo que me habéis contado –asegura Cova.
Pruden y yo nos miramos sorprendidas.
–Vamos a ver, ¿vosotras no os montabais películas con vuestros amores platónicos?
Asentimos con una sonrisilla pícara.
–Hasta sagas completas –les digo.
–¿Para qué?
–¡Coño, Cova! ¿Para que iba a ser? –le respondo– Porque las posibilidades de tener algo con mis amores platónicos eran nulas.
–¡Ahí lo tienes! Eso mismo es lo que hacen estas chicas, ponerlas de protagonistas de historias imposibles, en las que se identifican con una de ellas, o con las dos. Que son fan de Natalia, se ponen en la piel de Alba, y viceversa.
–Sí, pero yo siempre me ponía como protagonista de todas mis fantasías literarias –objeto.
–Normal –afirma Cova–. Para empezar, estábamos convencidas de que éramos las únicas en el mundo a quienes les ocurría eso. Y, ya como remate final, no teníamos ni un solo referente.
–Ni novelas, ni películas, ni ninguna pareja de famosas...
–¿Os acordáis cuando se publicó Las amigas de Heloïse? Por poco nos da un parraque, de la emoción –apunta Pruden.
–Pues, anda, que con la continuación, El diario de Suzanne –remata Cova–, por poco nos derretimos.
–¡Uf, menudo dramón! –opino, sensibilizada, como estoy, con los bollodramas, a causa de la reciente inmersión en mi pasado.
–¿Qué me decís de La insensata geometría del amor? –pregunta Pruden, emocionada.
¡Huy, huy, huy! Por ahí no, ¿eh? Como nos pongamos a comentar la novela de Susana Guzner, a mí, me recogen con pinzas.
Decido cambiar de tema. Una cosa es tomarse el trabajo en serio, y otra, muy diferente, escarbar con saña en el pasado. He tenido bastante ración, por el momento.
–Os digo una cosa –afirmó muy seria–, para mí, todo este tema de los fics es una estratagema de Lore para que me carcoma la envidia.
Mis amigas se toman mi ocurrencia a carcajadas. ¡Prueba superada!
–No hay derecho a que tenga que ser testiga de una historia de amor, tan romántica, multiplicada por todas las novelas que me tengo que leer. ¡Hostia, que llevo un año en el dique seco! –protesto.
–Pues ya verás cuando empieces a leer –me advierte Pruden.
–¡Ah!, pero ¿ya has empezado?
–¿A qué crees que he dedicado la tarde? –me responde– Casi he terminado el primero de mi biblioteca.
La interrogo con la mirada.
–A mí me está encantando. A ver, es un dramón...
Suspiro. Larga y profundamente. Cova se ríe y afirma, categórica:
–A las mujeres, en general, y a las lesbianas en particular, nos priva el drama, Anita, lo sabes de sobra. Un buen dramón salpicado por sus correspondientes escenas de sexo explícito, y, ya, para qué queremos más.
–Que sean felices y coman perdices –concluye Pruden–. La llorera que me pegué con El diario de Suzanne, fue para vista y comentada.
–¡Tenías diecisiete, no compares! Cuando yo lo leí, tenía veintidós y no solté ni una lágrima –aclara Cova.
–Tú, es que eres muy dura, cari –el cari le sale con cierto retintín. No son, estas dos, de apelativos ni gestos cariñosos en público, aunque ese público sea yo, que las conocí en su primer año de noviazgo.
Se despiden, un buen rato después, y yo me dispongo a comenzar mis lecturas.
Siendo, como soy, una persona disciplinada, abro el primero que aparece en la biblioteca que ha creado Lore para mí.
Según pone en el resumen, es una reedición de un fic de Hospital Central.
¿Hospital Central? Pero, si esa serie se acabó en... Dice sangoogle que en el dos mil doce.
Estreno mi cuaderno de notas:
Nota 1: ¿Desde cuándo, coño, se llevan escribiendo fics? Y, a mayores, ¿por qué no me he enterado de su existencia?
¿Será porque no ves la televisión?, me pregunta Mnemónide, Mnemo, en la intimidad, la voz de mi conciencia encargada de gestionar el archivo de mi memoria. O, ¿tal vez, porque, de un tiempo a esta parte, te has vuelto demasiado restrictiva con tus lecturas? Aprecio un marcado tono de sarcasmo en su voz. Será, concedo de mala gana.
El recuerdo de la Mnemónide de Rossetti me taladra el cerebro. Y el corazón. Rossetti y Jimena se han convertido en un tándem, cuyo recuerdo, sepultado en lo más profundo de mi memoria, hasta hace unas horas, me persigue sin piedad.
Me fuerzo a empezar a leer, para evadirme de mi (jodida) memoria.
Contra todo pronóstico, me engancho a la historia en el segundo capítulo.
El argumento me recuerda a las novelas lésbicas que leíamos en los primeros años de universidad, tipo: fotógrafa australiana, de cuerpo escultural, se enamora, perdidamente y a primera vista, de una guapísima y atractiva, arquitecta británica, durante unas vacaciones en el Caribe. Viven una corta y tórrida historia de amor, hasta que llega el momento de separarse para volver a sus vidas. Ahí empieza el drama. El bollodrama, para ser más exactas. Porque, claro, ninguna de las dos quiere abandonar su prometedora carrera para instalarse en el país de la otra, aunque sean conscientes de que no pueden vivir la una sin la otra. Para completar el panorama, una de ellas mantiene una relación en vías de extinción que se resiste a morir.
En este caso, Natalia es una rica heredera. Alba una prostituta de lujo, que solo trabaja con mujeres, lo que vendría a ser prostibollo. La rica heredera tiene un trauma sexual, a la par que emocional, muy grande y contrata a la prostituta que, en realidad, actúa como terapeuta, para que la ayude a superarlo, pero, ¡oh, pero!, ambas se enamoran. El enamoramiento complica la vida de ambas.
Me gusta la idea. Un poco a lo Petri Guoman, que diría mi abuela, pero rollo lésbico.
Según voy profundizando en la lectura, las vicisitudes de las protagonistas me atrapan sin remedio. Esa Natalia destruida por una relación anterior, más que tóxica, perversa, incapaz de entregarse a la que, sin quererlo, se ha convertido en la mujer de su vida; esa Alba, debatiéndose entre mantener su profesionalidad y ser fiel un pasado demoledor, que necesita resolver, o sucumbir al amor y la atracción que siente por Natalia; esa lucha de ambas, contra sí mismas y sus circunstancias, me resulta enternecedora. El bollodrama está servido. ¡Viva el bollodrama!
Por otro lado, me gustan mucho las mujeres de esta historia. Me encanta que todos los personajes sean femeninos, los buenos y los malos. De todo tiene que haber, en la viña lésbica del Señor. Lo hay, y sino que me lo pregunten a mí. Los dos únicos personajes masculinos, el padre y el chófer de Natalia, son unos buenazos. Bien, también.
He de reconocer que las escenas de sexo consiguen estimular mi adormecida libido. Otro punto a favor.
Saco alguna nota más.
Nota 2: Lore tiene razón. He tenido que cortarme las manos para no ponerme a corregir faltas de ortografía, como en mis mejores tiempos en la facultad. Por no hablar de los errores de estilo. Aunque, he de reconocerlo, es lo de menos. Salvados los primeros momentos, me doy cuenta de que no me distraen, en exceso, de la lectura.
Nota 3: ¡Madre mía del Amor Hermoso!, que diría mi abuela, ¡qué intensidad! ¡Qué manera de describir emociones! ¡Qué situaciones tan desgarradoras!
Nota 4: Los comentarios de las lectoras son geniales. Se meten en la historia como si les fuera la vida en ello. Un puntazo, eso de interactuar con las autoras.
Me han dado las cuatro de la mañana sin darme cuenta. Voy por el capítulo cincuenta y nueve, de los ochenta, más el epílogo, de los que consta el fic. Decido continuar la lectura en la cama. Se me cae la tableta en la cara, al empezar el capítulo. Ya no doy más de mí. Mañana será otro día.
Cuando me suena el despertador, a las siete y media, directamente, me quiero morir. La debacle emocional que me ha supuesto sumergirme en los recuerdos de mi relación con Jimena, unida al vino de la cena, la copa de después y las tres horas de sueño, me han producido una resaca de tal calibre que no creo que haya músculo de mi cuerpo que no me duela, por no hablar de las agujas que tengo clavadas en las sienes. No puedo abrir los ojos sin tener la sensación de que miles de alfileres me taladran las retinas. Le pongo un mensaje a Pruden.
Me he despertado hecha unos zorros. No pienso moverme de casa en todo el día. Si necesitas algo, ya sabes.
Me responde al instante.
Despreocúpate y recupérate. Dame un toque cuando amanezcas.
Me duermo hasta las doce y media como si me hubieran administrado un chute de morfina. Me levanto, bastante recuperada, en lo físico. Sepultó mis emociones bajo una losa. Desayuno café con tostadas de pan y mantequilla, un día es un día, y un gramo de paracetamol. Me doy una ducha y prosigo con las aventuras y desventuras de la rica heredera y la prostibollo.
Esto es un no parar de sufrir y sufrir, por la una y por la otra, salpicado por varios calentones, y una revancha muy bien traída, en la que la mala malísima cae en sus propias redes y abandona la escena con el rabo entre las piernas y una amenaza de querella. Ojalá termine en la cárcel y tenga que vérselas con la mismísima Zulema. Menos mal que, al final, todas las piezas del relato encajan a la perfección. Como fin de fiesta, la autora nos regala una sesión de sexo lúdico, no por ello, menos sugerente.
Me enfrasco tanto en la lectura, que me dan las seis sin comunicarme con Pruden, sin comer ni moverme del sofá, excepto una vez que me levanto al baño.
Al coger el móvil compruebo que tengo tropecientos de mensajes de WhatsApp. Mi madre, que si ya he comprado el regalo de cumpleaños de mi hermano. Mi hermana, con el mismo tema. Desde luego, el único hijo varón, primogénito, por más señas, trae a las mujeres de mi familia de cabeza. Lucía, que le han regalado dos entradas para un estreno teatral, el viernes, en Avilés. Mi masajista que si no me importa que cambiemos la hora. Mi equipo, al completo, interesándose por mi salud.
Con paciencia de santa, respondo, uno por uno.
Sí, ya he comprado el regalo.
Sí, voy al teatro.
No, no tengo ningún problema en cambiar la hora. Ya me dirás.
Estoy mucho mejor, gracias. Carita sonriente. Abrazo.
A Pruden, la llamo.
–¿Cómo estás? –es lo primero que me pregunta al descolgar.
–Bastante recuperada –la tranquilizo–. Acabó de terminar de leer mi primer fic.
–¿Y?
–¡Hostia con el bollodrama!
Se ríe a carcajadas.
–¿Y?
–Pues eso, mucho drama, mucha tensión, mucha intensidad, mucho sexo...
Vuelve a reírse con ganas.
–¿Son todos así? –le pregunto. Quiero saber a qué atenerme.
–He leído tres y la dinámica es la misma. Ahora estoy con uno en el que Alba no puede dormir, ni correrse, ni llorar, a causa de un trauma muy gordo. Natalia está enamorada de ella hasta las trancas, pero no se atreve a acercarse, porque la otra se ha puesto a sí misma un cordón sanitario. Llevo con el estómago encogido desde el capítulo uno.
¡Hostia con los putos traumas!, pienso, antes de preguntar, perpleja:
–¿Con el estómago encogido? ¿Tú?
–Sí, yo –me responde, haciéndose la ofendida–. También tengo mi corazoncito, Anita, guapa. O, ¿qué te crees que eres la única sensiblera de esta pandilla?
Si la lectura le ha encogido el estómago a Pruden, a mí, en mis circunstancias actuales, me destroza. Le pido el nombre del fic para no leerlo. No tengo el horno para más bollodramas.
No sé porqué, decido echarle un vistazo a los títulos que Lore no ha incluido en mi biblioteca particular de la aplicación.
Lo primero que me llama la atención es la cantidad de fics que aparecen bajo el epígrafe albalia. Son decenas y decenas. Me fijo en un título: De la Tierra a Plutón, y vuelta.
Me hace gracia que alguien utilice una expresión tan similar a la que escuché tantas veces, en una época no muy lejana de mi vida: Por ti, voy a Plutón y vuelvo.
Estoy en un tris de sumergirme en ese episodio de mi historia sentimental reciente, cuando caigo en que, quizás, pueda ser el título de una canción. He visto que hay varios fics que toman títulos de las canciones de las triunfitas. Suspiro aliviada por mi ocurrencia.
Leo la sinopsis.
Natalia es la gestora cultural de una fundación, perteneciente a una de las familias más ricas e influyentes de Asturias –¡Anda, mira, me las traen a casa!–. La fundación, que dedica parte de su presupuesto a descubrir nuevos talentos, en todas las ramas del arte, convoca una beca especial, para conmemorar su setenta y cinco aniversario. Alba es la artista emergente, polifacética y ecléctica, que gana la beca con un proyecto de instalación, que titula Cantábrico, en la que pretende plasmar la relación de la familia con ese mar. La primera vez que se ven saltan chispas, pero su relación es imposible.
¡Correcto! Natalia, rica y culta. Alba, talentosa, ¿humilde? Una relación complicada. El tema promete.
Me sirvo una copa de Ribera del Duero, tinto, que acompaño con aceitunas aliñás, tomates secos y unos taquitos de manchego curado, al más puro estilo Salvo Montalbano, versión española, y me dispongo a embarcarme en el viaje espacial hacia Plutón.
ESTÁS LEYENDO
Cantábrico (Albalia)
FanfictionAna, directora de una editorial LGBT, decide dedicar el número en papel, de su revista digital, a realizar un estudio sobre los fanfic Albalia. Entre ellos, encuentra uno en el que la historia de Alba y Natalia contiene demasiados paralelismos con...