Menos mal que el drama que Lore me anticipó, para este capítulo, se ha quedado en nada. A no ser que se refiera mal rato que ha pasado Natalia, por temor a ¿decepcionar? a Alba, cuando se entere de su pasado.
A mí también me ha dado un poco de pena que Natalia, pero de ahí a considerarlo un momento dramático, va un trecho. ¿Que el miedo ha hace caer en la incoherencia? Sí, pero, como decía aquel personaje, en la mítica escena de Sin faldas y a lo loco, Nadie es perfecto. Aunque a la Natalia de este fic lo poco que le falta para la Matrícula de Honor es ese miedo, para mí, infundado, podemos permitirle un momento de debilidad. Todas tenemos un pasado del que nos arrepentimos, yo la primera. Natalia, no. No se arrepiente de nada, no se siente culpable. Ha hecho lo que le ha pedido el cuerpo, lo que le venía bien para superar el duelo de su debacle con Inés. ¿Dónde está el problema? ¿Por qué teme contárselo a Alba? No se empieza a una relación, a los treinta años, con la hoja de ruta impoluta, y habría que definir impoluta. Y no digamos a los cuarenta... Ni se tiene porque.
Cada cual, gestiona sus duelos como puede. Natalia se ha dedicado a tirarse a todo lo que se meneaba. ¡Mejor para ella! Yo, sin ir más lejos, me metí en mi cascarón y no volví a mirar a nadie en años. Quizás si hubiera tenido otra educación, si no llevara incrustada, en mi ADN, la puta idea del puto amor romántico, otro gallo me hubiera cantado. Ella, por lo menos, ha disfrutado.
Es cierto que, en muchas ocasiones, se sentía vacía. Vacía, ¿por qué? ¡Coño!, te atrae alguien y te apetece tener sexo, ¿a quién haces daño? A ti misma, por lo de siempre. Cualquier tío, en su misma situación añadiría una muesca al cinturón de su revólver. Nosotras, no. Nosotras nos sentimos culpables, vacías por disfrutar del sexo puro y duro, como si no tuviéramos derecho a follar, sin que medie un sentimiento amoroso. De verdad, ¡qué hartazgo!
Además, Natalia, llega a la vida de Alba con la madurez que te da la treintena y, sobre todo, con el bagaje que ha adquirido en sus años de peregrinaje por el desamor y la soledad sentimental, dispuesta a empezar una relación con lo que tiene y construir algo nuevo entre las dos.
Alba, por lo que sabemos hasta ahora, tiene un pasado más convencional. Ni mejor ni peor. Diferente, aunque más políticamente correcto: un noviazgo tradicional en el que, en cuanto se acaba la atracción física, cada cual toma un camino diferente. Joan no la deja, porque le vienen bien para sus intereses. Alba se mantiene ahí, por comodidad, por costumbre, porque le da pereza romper, por lo que sea. Y también llega a Natalia, con su propia mochila a cuestas, dispuesta a no cometer los errores que cometió con Joan, con el que dejó de ser ella misma, para acomodarse a las circunstancias. ¡Bien por las dos!
También puede ser que el supuesto drama tenga que ver con que Natalia se vaya tres semanas a México, en plena efervescencia erótico-festiva y emocional de la pareja y que –y esto ya es mucho anticipar– algo se tuerza entre ellas durante ese tiempo. ¿Qué se puede torcer? No se va de vacaciones, sino a trabajar. Alba ya le ha dicho que para ella solo cuenta el presente, que respeta y asume que Natalia tenga una vida y un trabajo, que no tiene porqué cambiar ¿Se puede pedir más? Lo dudo.
La Alba Reche de este fic es el tipo de novia, que todas quisiéramos tener: comprensiva, respetuosa, inteligente, sensible, autónoma, lista y feminista. Bueno, y Natalia, también. No solo porque sea un bellezón, tenga un cuerpo de escándalo y una cara que te apetece comer a besos, sino porque es un cachito de pan, tierna, amorosa, detallista, culta y divertida. Y con un pasado de pobre niña rica, del que no quieres nada más que rescatarla, para demostrarle que puede volver a confiar y entregarse, en cuerpo y alma, como se entregó a Inés, sin peligro de que la vuelvan a traicionar. Una bicoca, para cualquier mujer hetero de pro, en general, o lesbiana, en particular, dispuesta a salvar a la otra parte de lo que sea que necesite ser salvada, haga falta, o no. Te lo pida, o no.
Natalia no lo pide. Alba, ni se plantea ejercer de salvadora. Pero, Nat, es tu casa, es tu cama, no tienes que darme explicaciones de lo que has hecho, antes de conocernos. ¡Ole tus ovarios, Alba Reche!
Por cierto, ahora que caigo, ¿tres semanas? No podían haber sido dos, o un mes. No, tienen que ser tres. Las mismas que Jimena se fue a Gaza. ¿Otra casualidad para mi, ya, extensa lista?
Prefiero no pensar en ello. La historia de Alba y Natalia, en este fic, no tiene nada que ver con la nuestra. Y esas casualidades, que mi mente calenturienta cree encontrar en cada capítulo, seguramente no lo serán. No pueden serlo.
Por curiosidad, compruebo que, el que he leído, no es el último capítulo que ha publicado la autora. Ha actualizado esta misma mañana. Me da igual. No pienso leer ni una línea más de este fic, por el momento. Uno, por si, de verdad llega el drama. Y dos, porque, según pasa el tiempo, y se va acercando el momento de encontrarme con Jimena, mi sistema nervioso, bastante perjudicado, entre unas cosas y otras, ha decidido actuar por su cuenta y ya tengo el estómago del tamaño de una pelota de tenis. Como me descuide, de ahí a la canica, un paso.
Decidido, se acabó la lectura. Necesito cenar pronto y acostarme a buena hora. Mi cuerpo y, sobre todo, mi mente, necesitan un descanso para recuperarse de tanta montaña rusa emocional, propia y ajena.
Por una vez voy a hacer caso a mi yo más práctico, al que hace demasiado que no tengo en cuenta.
Dejo la tableta sobre la mesa y me levanto del sofá para ir a la cocina a prepararme algo nutritivo, a la par que ligero, cuya digestión no afecte a mi descanso.
Instintivamente, me llevo la mano al bolsillo trasero del pantalón. ¡Hostia puta! ¡La nota no está! ¿Qué he hecho con ella? No se me puede haber caído... Si no he vuelto a tocarla desde que salí de la editorial... ¡Joder!
Estoy a punto de fibrilar, cuando caigo en la cuenta de que llevo puesto un pantalón de chándal, y no el vaquero de esta mañana. La nota está en el vaquero, y el vaquero en el cesto de la ropa sucia. ¡Uf! Verdaderamente, ya no me da para más, el día.
Me falta tiempo para ir a rescatarla. La desdoblo, con mucho cuidado, y la releo. De repente, ya no me parece tan buena idea invitarla a comer. ¿Qué le voy a decir? Y, lo que es peor, en el hipotético caso de que acepte, lo más probable es que le parezca ridículo que le pida perdón por lo que pasó hace más de veintitrés años. Verdaderamente, ¿tengo que pedírselo? Las dos tuvimos nuestra parte de responsabilidad... ¿Por qué sigo sintiéndome, yo, la única culpable? ¿Por qué he vuelto a resucitar al puto creep? Me daría de hostias.
¿Y si llamo a Pruden, a ver qué le parece la idea? No, mejor a Lucía. ¡Mierda! Lucía está currando en Nueva York. ¿Y Mada? A ella, menos que a nadie. Bastante tiene con lo suyo.
Ni a Lucía ni a Pruden, ni al sursum corda. ¡Hostia, que ya tengo una edad para resolver, yo solita, mis dudas! Si no soy capaz de darle la nota, anulo la reserva, o como sola, o invito a Pruden. Ya está, se acabó la tontería.
Mientras ceno, una crema de puerro y calabacín, y me fumo el último pitillo del día, veo el vídeo de la clase de los Javis, en la que Alba, Natalia y Julia, trabajan la letra de Este amor no se toca. Me lo ha recomendado Lore, con muy buen criterio, por si necesitas destensar un poco, jefa. Objetivo conseguido, la tontería de la canción y el descaro de una Natalia, completamente desinhibida, tocándole las tetas a Alba, me hacen tanta gracia que me olvido de mis comeduras de tarro.
Mucho más relajada, me dispongo a acostarme, a pesar de que son las diez de la noche. Me doy una ducha bien caliente, me tomo un Cola-Cao y me meto en la cama. No estoy dispuesta a que Jimena me vea con unas ojeras y una piel dignas del mismísimo Drácula, de Bram Stoker.
Entre el agotamiento, el efecto del Cola-Cao, y la ida de olla de Murakami, en la segunda parte de La muerte del comendador, que me está resultando muy cansina, no pasan ni veinte minutos antes de que se me caiga el libro de las manos.
Me despierto un poco antes de las ocho. Genial. Tengo tiempo para desayunar con tranquilidad y llegar, dando un paseo, al bar en el que he quedado con Pruden, una hora antes de la rueda de prensa, para comentar la entrevista que no tuve humor para repasar la noche anterior. Me van a caer, lo presiento. Me trae al pairo.
Mientras tomo un café y una tostada de pan con mantequilla –no me entra más–, pongo en YouTube el vídeo de One better day, de Madness, uno de los grupos favoritos de Javier, y, por extensión, de Jimena, que yo hice mía en nuestro primer viaje juntas, con el coche de su hermano, a fuerza de escucharla, una y otra vez. Siempre me ha dado muy buen rollo, ese tema. Hay versos que tengo grabados a fuego, en mi memoria. Hoy adquieren un significado nuevo, para mí.
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Cantábrico (Albalia)
FanfictionAna, directora de una editorial LGBT, decide dedicar el número en papel, de su revista digital, a realizar un estudio sobre los fanfic Albalia. Entre ellos, encuentra uno en el que la historia de Alba y Natalia contiene demasiados paralelismos con...