VIII

2.6K 88 0
                                    

POV Natalia

Llegué a casa de mi padre sobre las siete de la tarde, no esperaba a nadie pues habían salido. Para mi sorpresa, al entrar en el salón me topé con Mikel y con Hugo. Estaban los dos sentados en el sofá, un par de botellas de cerveza vacías en la mesa, el volumen de la música que tenían puesto era alto, casi molesto.

-¡Pero mira quién ha llegado! -Dijo Hugo, Mikel se giró a verme.

-No te echaba de menos. -Dije y comencé a caminar hacia mi habitación.

-¿Dónde crees que vas tan rápido cariño? -Me dijo Mikel.

-¿Qué quieres? -Pregunté segura.

-Ven. -Me llamó y me acerqué. Por cada paso que daba hacia él perdía un poco de seguridad.

-¿Qué pasa ahora? -Pregunté.

-¿Dónde estuviste anoche?

-No te importa. -Él se levantó poniéndose de pie a escasos centímetros de mí.

-¡Es que eres tonta! -Espetó.- No sabes lo preocupado que nos tenías. -Miré a Hugo que asentía con la cabeza mientras terminaba otra botella de cerveza.- ¿Qué dónde estabas? -Repitió la pregunta de una manera más agresiva.

-En casa de una amiga. -Me tembló la voz.

-¿Quién?

-No la conoces.

-¿Un nombre?

-Alba. -Cerré los ojos esperando alguna reacción.

-¿La rubia, la nueva? 

-Sí, ¿Pasa algo? 

-Quiero que sea la última vez que te vas a dormir a casa de otra sin avisarme. -Me agarró fuerte del brazo acercándome más a él.- ¿Te la has follado?

-¿Qué? -Me bloqueé.

-¿Que si te la has follado Natalia? -Me preguntó aún con el tono de voz elevado.- A ti también te molan las tías, no soy tonto... -Rió de una manera extraña y me soltó el brazo empujándolo.- Aparte está como un tren.

-Y tanto. -Dijo Hugo y Mikel le soltó una colleja.

-Tú te callas. -Me miró de nuevo.- ¿Y? -Dió pie a que contestara su pregunta.

-No Mikel, no. -Dije enseguida.- No sé ni por qué piensas eso.

-Porque estabas borracha Natalia, y te lo pregunto porque soy tu novio. -Rodó los ojos.

-No estaba borracha. -Dije, era verdad. Cuando salí del botellón apenas había bebido.

-Bueno, me da igual. Que sea la última vez, eh Natalia. -Me miró de reojo volviéndose a sentar en el sofá.- Habrán consecuencias la siguiente vez que te marches así. -Me advirtió y se me heló la sangre.- Ahora dame un beso.

Con cierto temor me agaché hasta alcanzar sus labios y dejé un casto beso en ellos. No muy contento con solo un pico, Mikel tomó torpemente mi nuca acercándome a él de nuevo. Comenzó un beso un tanto agresivo, fruncí el ceño incómoda pero continué el beso. Apretándome de las mejillas me separó de él cuando dio por finalizado el beso.

-Que calor de repente. -Bromeó Hugo y Mikel rió.

-Das asco. -Lo miré mal.

-Ojito que es mi amigo. -Me dijo Mikel.

Ignorándolos me dí media vuelta para ir hacia mi habitación, cuando comencé a caminar Mikel estiró su mano pagándome una palmada en el glúteo y acto seguido rió. Cerré los ojos con fuerza y continué caminando hasta llegar a mi habitación, cerré la puerta y puse el pestillo. 

Me saqué las zapatillas y las tiré en algún rincón de mi habitación, después me tumbé en la cama. Cerré los ojos mientras el estómago se me encogía, comencé a llorar. No quería hacer mucho ruido así que tapé mi boca mientras débiles sollozos se escapaban de entre mis labios. Las lágrimas brotaban desordenadas de mis ojos y recorrían mis mejillas con rapidez.

¿Te la has follado? La voz de Mikel retumbaba en mi cabeza. Mierda, sí. Estaba borracha... Qué excusa más barata, pero decidí creerla. Porque si hubiera estado sobria no hubiera pasado nada, ¿No?

Lloré de la impotencia, lloré por sentirme tan pequeña al lado de Mikel. Porque no sabía porqué, pero cuando estaba con él todo era más difícil, me daba miedo. Me daba miedo cuando estaba borracho, porque el Mikel que yo conocía no era para nada como el Mikel de ahora. Antes se preocupaba por mí, me trataba bien... Ahora era todo tan tóxico. Lo sabía, pero no podía salir de esa relación, porque cuando no estaba borracho nos lo pasábamos bien.

Cuando paré de llorar me sequé las lágrimas de las mejillas y suspiré profundamente calmando mi respiración. Con dos de mis dedos acaricié mis labios, pensé con qué ganas y deseo besaba a Alba aquella noche y con la agresividad y necesidad que me besaba Mikel hace un par de minutos.

Me levanté de la cama y me puse mis auriculares, subí la música al máximo con el fin de no escuchar a nadie. Comencé a ordenar todas las cosas para mañana ir a clase, incluído hacer los deberes que tenía de historia. Lo que quedaba de tarde se me pasó rápida, me mantuve ocupada. Estaba en mi mundo hasta que alguien llamó a la puerta repetidas veces, me saqué los auriculares y me levanté de mala gana a abrir la puerta. Era mi padre.

-¿Qué quieres? -Pregunté desganada.

-Desapareces, viene Mikel a las seis de la mañana llorando porque no sabía nada de tí, Hugo se preocupa y a tu madrastra... Menudo disgusto le has dado. -Me reprochó.

-Si nunca te preocupas por mí, que más te dé dónde pase la noche. -Dije enfadada.

-Sí me importa. -Dijo firme.- Aparte, no te pregunto qué haces para no agobiarte... Sé que Hugo te cuida bien, es un año mayor. -Asintió seguro de sus palabras.- Y Mikel es un poco raro, pero te cuida. 

-No sabes nada. 

-¿Dónde estuviste anoche?

-En casa de una amiga. -Suspiré cansada.

-¿María? 

-No. -Negué.- No la conoces. 

-¿Es de fiar? 

-Sí papá. -Rodé los ojos.- Es de las más inteligentes de clase... 

-A mí no me revolees los ojos niña. -Dijo molesto.- Es un tema serio Natalia.

-¿Y? -Dije indiferente.- Papá, es mi vida deja de meterte en ella.

-Soy tu padre, me tratas con respeto.

-¿Eres mi padre? -Pregunté obvia.- ¡Pues actúa como uno! -Cerré la puerta de un portazo y escuché como se marchaba.

Estaba harta, Hugo siempre quedaría bien ante los ojos de mi padre. "Es un año mayor, cuida de tí..." Y una mierda, era un salido, asqueroso que no me deja en paz, eso es lo que era. Pero es el niñito de mamá y no se le puede decir nada. Si mi padre se fijara en todo lo que pasaba en esa casa se daría cuenta que no le importo. 

Siempre deja que mi madrastra me reproche todo lo que hago, cómo visto, cómo actúo, con quién voy... Todo lo que parece importar a mi padre es mantener contenta a esa mujer, asintiendo a todo lo que dice, llevándome la contraria en todo, aceptando todas sus propuestas. 

En eso se había convertido mi padre, en es hombre cegado por ese "amor incondicional" que él decía sentir por ella. Ese hombre que una vez se preocupó por mí, que me cuidó, ahora no le importaba.

Ganas de ti // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora