XXV

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POV Alba

Me senté en el sofá con la vista puesta al frente, no podía moverme, me faltaba el aire. Sonó el timbre y eso me sacó del trance en el que me encontraba. Me levanté con rapidez del sofá y abrí la puerta de par en par, Natalia me miró de arriba abajo arqueando una ceja.

En general, yo debía parecer un cuadro. El rímel que llevaba se me había corrido, la blusa negra estaba arrugada y la falda, del mismo color, debía estarlo también.

-¿Qué? -Me dijo dejando el casco de la moto en una mesita.

Tomé su mano y caminé hasta el salón donde estaba mi padre en el suelo. Natalia se desabrochó la chaqueta de cuero y la tiró por ahí, con rapidez se agachó hacia mi padre.

-Ha bebido. -Dije.- Mucho. -Aclaré.

-Eso veo, ya... -Dijo.- Está ardiendo. 

-Antes se ha puesto a temblar y yo... Yo no sabía qué hacer.

-¿Temblar?

-Sí... No ha llegado a convulsionar, creo, no sé. -Cerré los ojos con fuerza.- No sé, Natalia, no sé.

De repente mi padre comenzó a temblar, pero esta vez más fuerte, convulsionaba. Abrí los ojos preocupada, Natalia lo primero que hizo fue, con mi ayuda, poner a mi padre de lado. Él comenzó a vomitar, demasiado. 

En cuanto mi padre terminó de vomitar se puso de pie con nuestra ayuda, lo dirigimos hacia el baño y Natalia le dijo que se diera una ducha de agua fría. Había bebido mucho, en exceso. Todo este tiempo la morena solo se había dirigido a mí para darme órdenes. 

Ahora limpiábamos el vómito en silencio, cuando acabamos mi padre salió del baño. Sin decir nada se metió a su habitación y cerró la puerta de golpe. Ni nos dió las gracias siquiera, solo se encerró en su cobija. Suspiré y Natalia me miró de reojo. 

-Gra-Gracias. -Me giré para mirarla.- No sé ni qué hora és.

-Las cinco casi. -Me dijo.

-Perdón, es que... Luis y estos están en el pueblo de Sabela y mi tía está enferma... No sabía a quién llamar.

-No te preocupes Alba. 

Caminé hasta la puerta junto a ella.

-¿Quieres fumarte un piti abajo? -Me propuso.

-Vale. -Sonreí de lado.

Bajamos las dos por las escaleras, al salir a la calle nos sentamos en la acera. Coloqué un cigarrillo en mis labios y Natalia se acercó con su mechero para encenderlo. Di una larga calada y solté el humo despacio.

Era una noche fría, no había nadie en las calles solo la brisa húmeda bailaba por estas y el rocío impregnaba cada recoveco de la ciudad.

-Feliz año. -Me dijo.

-Feliz año. -Sonreí de lado y reí irónica negando.

-¿Qué?

-Eres la primera que me lo dice. -Me encogí de hombros.

-¿Y eso?

-Mi padre quería ver el fútbol así que no he visto las campanadas. 

-¿Enserio? -Preguntó incrédula.- ¿Pero qué fútbol, si no hay nada?

-Tiene siempre unas grabaciones de partidos importantes. -Me encogí de hombros.

-Vaya capullo. -Dijo.- Con perdón.

-Es un capullo. 

Silencio...

-¿Tienes frío? -Me preguntó.- No te has cogido chaqueta.

Ganas de ti // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora