Capítulo 4

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Pretendí seguir mi camino, me adentré mucho más en el bosque y fingí que no me importaba sentir su presencia detrás de mí, si hacía como si no me importaba que Apolo me estuviera siguiendo él se acabaría yendo.

-Dafne, ¿por qué caminas tan rápido?- no sé que le pasaba a ese tío pero ya me estaba empezando a hartar. Me paré de espaldas a él y bufé.

-¿Y a ti que te importa Darío?- no sé como pero noté como se tensaba sin siquiera mirarle.

-Vale, entiendo. Estás enfadada por mentir a tu padre sobre mi nombre, pero debes entender algo. No es bueno que vaya diciendo mi nombre a todo el mundo, es peligroso- ¿Quién se creía? Me di la vuelta decidida a plantarle cara.

-¿Sabes lo que de verdad es peligroso, Apolo?- le apunté con mi dedo en tono amenazante- Estar en medio de un bosque conmigo, a solas. Eso es peligroso.- Pensé que tal vez así se asustaría pero se río a carcajada limpia.

-Dafne querida, no eres ni la mitad de peligrosa que yo- le di el dedo del medio, su manera de ser... no me tenía ni pizca de miedo. Esa arrogancia empezaba a molestarme.

-Me da igual cuál es tu verdadero nombre, me da igual lo peligroso que eres. Quiero que te vayas de mi pueblo junto a tus hermanitos y no volváis nunca.- Al pronunciar esa frase algo en mi interior se quebró, por alguna extraña razón no quería que se fueran.

-¿No te enteras, verdad? No se trata de lo que tú quieres, ni de lo que yo quiero. Se trata de lo que ellos quieren- Estaba empezando a sospechar si había huido de algún manicomio para guapos.

-No sé porque te voy a preguntar esto pero, ¿quiénes son ellos?- Vi como sus labios se curvaban y formaban una escalofriante sonrisa, y entonces el alzó su dedo y señaló el cielo.

- Vale, vale, ¿ de que manicomio te has escapado?- Tal vez solo era alguien que había perdido la cabeza, mis padres me han enseñado a ayudar siempre que puedo.

-No estoy loco Dafne, bueno tal vez un poco, por ti- jajaj, que mono Noté como me sonrojaba como la primera vez que hablé con él en mi casa. El se acercó a mi y trató de quitarme las gafas de sol que siempre debía llevar puestas y rápidamente me aparté.

-Quiero ver tus ojos, que escondes bajo esas gafas? ¿Cuándo mereceré verlos?- Los ojos, el problema de todo. No podía dejarle ver mis ojos, ni a él ni a nadie. Si tuviera un enemigo tampoco le mostraría mis ojos, no le deseo a nadie eso.

-Mira Apolo, enserio tengo que irme a casa. Si me ven los fundadores me obligarán a ir a las reuniones así que deja de decir estupideces y deja de seguirme.

Te va a preguntar, idiota.

- ¿Qué es eso de los fundadores, una secta o algo? - Como vi que seguiría diciendo cosas sobre los fundadores le tapé la boca con mi mano y y puse los ojos en blanco.

-No vas a dejar de seguirme, ¿ a qué no? -negó con la cabeza.

-Pues vamos a casa, total ya has estado en ella- vi cómo sonreía triunfante, como un niño pequeño.

De camino a casa él solo miraba hacia el cielo y eso hizo que me acordara de la conversación que tuvimos. ¿Quiénes eran ellos? ¿Por qué se trataba de lo que ellos querían? 






DafneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora