Capítulo 23

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El resto le mirábamos atónitos. Él permanecía sentado vacilante, con esa mirada persuasiva y esa actitud de superioridad. Ignis Daemonius, el demonio que resultó ser mi verdadero padre, el demonio que arrebató la vida de mi madre, el emperador del infierno.  En realidad, cuando aquella vez salvó a mi padre de una posible muerte, me empezó a agradar. Pensé que debía darle una oportunidad para empezar de 0, pero olvidé que quien es demonio, demonio permanece.

Ignis me había salvado el pellejo al hacer que mi padre se fuese de "vacaciones" a París porque yo no sabia como solucionarlo. El pueblo entero le creía muerto y mi pobre padre sin enterarse, Ignis de verdad me había salvado a mi y a mi padre de un disgusto pero, ¿y si me estaba mintiendo? ¿Y si también había matado a mi padre?  Aun si déjese la verdad, aun si hubiese hecho eso en un acto de caridad no podía dejar que la muerte de mi madre fuese en vano y sé que la mayoría piensan que su muerte fue lo mejor que me pasó, que en realidad nunca me quiso y que solo me crió para venderme a los seres y ser poderosa pero yo no lo creo, o al menos, no podía creerlo. 

Entonces, mientras Eros se dirigía a la cocina a hacer un café al emperador del infierno, los demás estaban sumergidos en sus pensamientos. Y yo me preguntaba, ¿Y si me ganaba la confianza de Ignis y después, al él ayudarme, le traicionaba ante los suyos? No debía dejar que la muerte de mi madre se olvidase, debía vengarla y mi plan sonaba bien; él nos ayudaría a entrenar, a controlar nuestros poderes, a ser más fuertes, a conocer más a sus seres y nosotros le traicionaríamos.

Eros salió de la cocina al rato y nos sacó a los demás de nuestros más profundos pensamientos. Todavía se quejaba del dolor, seguramente las lineas donde supuestamente van las alas le ardían, ¿pero por qué? Parecía que Agatha e Ignis tenían las respuestas.

Ignis se acomodó en el sofá mientras Eros le tendía una taza de café, sonriente, para mi sorpresa.

—¿A caso hay un cartel fuera en qué pone—hacie comillas con las manos—"Cafetería?"—preguntó eufórico dirigiéndose a Ignis. El malvado demonio emperador del infierno soltó una carcajada y negó levemente con la cabeza. Los demás soltaron pequeñas risas y decidí unirme, pero en realidad yo seguía pensando en mi padre. ¿Cómo iba a contactar con él si Ignis tenía su móvil? ¿Cuándo volvería? ¿Cómo le había obligado a ir? Cada una de las preguntas me creaba más confusión que la anterior.

—Este joven...—espetó Ignis entre risas—Muy bien, empecemos pues.

Agatha cogió su móvil y nos aviso que iba a mandar un mensaje a Ícaro, para decirle que era urgente que volviese. Recordé entonces a Cassandra, ¿debería contar a Ignis que la habíamos sacado de ese infierno? No, en definitiva, no. Él nos mataría y a ella la castigaría de las peores maneras.

—Hecho—guardó su móvil en el bolsillo trasero y abrió el libro sentándose en medio—empecemos.

Todos asentimos porque por fin alcanzaríamos a saber la verdad, el porqué de todo. Ella nos miró para mantener el suspense y levantó las cejas coqueta, sin dejar que todo lo raro que nos estaba pasando le afectase.

—¿Qué tal si empiezas tú, Ignis?—este arqueó las cejas, confuso y, los demás, en un acto reflejo nos miramos, ansiosos por saber que era lo que Agatha había descubierto.

—Las damas primero—ante la voz tan irritante de Ignis, la morena bufó y rodó los ojos. Empezó a ojear de forma muy rápida el libro que tenia entre las piernas y entonces, con el dedo señaló una parte.

—Esta bien—miró a Ignis por última vez, amenazante- pero como no sepas nada y solo nos quieras sacar información...

La tensión era visible hasta en el aire. Ignis no dijo nada, por un momento, y solo se dedicaron a retarse con las miradas.

DafneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora