Capítulo 26

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Abrí los ojos y acaricié mi muy mojada almohada que agonizaba del dolor que le había compartido. Mi despertar había sido repentino y sentí que alguien, a parte de la triste luna, me observaba.  Todavía era de noche, tan solo había pasado una hora. La pena y el sufrimiento hizo que me durmiese tan deprisa y que sintiese el sueño eterno.

Me senté en la cama y acaricié el lugar en que Eros se había sentado una y tantas veces durante tres meses  para hacerme sentir la chica más querida del mundo. Junto a él me sentía viva y pese a las cosas raras y terribles que nos habían pasado... Él sonreía y, bendita sonrisa tenía.  Eros era todo lo bueno en la vida, su travesía y picardía le daban el toque de perfección y, supuse que, dicha perfección nunca sería bienvenida en este sucio mundo.

Pedí, a quién fuera que estuviese al mando de estar en un buen lugar tras la muerte, que cuidase de Eros.

—Te has ido demasiado pronto...¿por qué tan pronto?—sollocé. Una respiración se hizo presente y una sensación de malestar me atacó. 

—Porque así son los humanos; frágiles.—su voz era más profunda de lo habitual—Todos, tarde o temprano,  acaban bajo tierra—achiné los ojos en busca de su rostro pero  la oscura noche no ayudaba.

—No es momento para hablar de la fragilidad humana, pues bien que te enamoraste de una—respondí fríamente. Su risa se hizo presente y resonó en la habitación y en la noche.

—Tienes razón. Eso fue lo más ridículo que un demonio puede hacer—se abrió camino entre la oscuridad. Llevaba un traje negro y su mirada era extraña, desconocida.

—¿Qué haces aquí?—lo cierto es que necesitaba verlo y pedirle ayuda. Pedirle que devuelva a Eros, confesarle que rescatamos a Cassandra... Pero sentía que lo único que quería hacer era llorar hasta la eternidad y susurrar su nombre hasta acabar como la pobre Eco.  Y sentía que Ignis, de alguna manera, estaba disfrutando de mi dolor.

—Vengo a cuidar de ti—alzó sus hombros de manera arrogante—Tus sollozos se oyen hasta el infierno y empieza a molestar a mis demonios. El mismo infierno donde, por cierto, está el alma de tu pareja ¿o debería decir ex? ¿Cuenta como si hubieseis roto si muere?—rió y de esa manera intensificó mis ganas de vengarme. Sus palabras me habían herido, mucho más de lo que estaba.

—¿Pero a ti que jodida mierda te pasa? Eros...Él no puede estar en el infierno...—me abracé a mi misma y en un hilo de voz pude continuar—él no debe estar ahí.

—No conocías sus pecados, en realidad, no sabias mucho de él—esbozó una sonrisa y me apartó el pelo de la cara, agresivamente—te sorprendería la cantidad de gente que creía ser buena y acabó entre llamas.

—No p-puede ser. Esto es culpa de Cassandra ella...Me quitó el collar que me diste e hizo algo, daño a Eros. Ella lo mató, estoy segura—manifesté, casi hiperventilando. Empezaba a perder el control de mis fuerzas, mi voz se quebraba y mis piernas amenazaban con dejarme caer.

—No te preocupes por eso—se apoyó en la cama y sonrió— de hecho, te ofrezco un rato que no podrás rechazar—susurró—me acompañas al infierno y devolvemos a tu amiguito a la vida.

—¿Así sin más?— pregunté incrédula. Ante mi incertidumbre sonrió y asintió con firmeza.

—Así sin más hija—dijo finalmente— ¿Y bien?

—P-pero, no funciona así—tartamudeé—Si se devuelve a alguien a la vida, ¿hay consecuencias, no?—arrugó la nariz y se encogió de hombros, indiferente.

—¿A quién le importa? ¿Quieres recuperarlo?—asentí repetidas veces—pues que te de igual el resto. 

—Me niego a hacer nada si ello conlleva que mueran personas—declaré. Bufó y negó con la cabeza, irritado.

DafneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora