El regalo

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JOAQUÍN
Pronto nos dirigimos a un departamento bastante alejado de mi casa, en ningún momento hubo intercambio de palabras, tampoco saqué mi teléfono por si él planeaba quitármelo.
Al llegar al lugar no pude evitar que la nostalgia me abrumara, comenzaba a sentirme vacío, la apariencia del sitio no ayudaba mucho, sus colores grises y negros hacían que mi tristeza creciera.
-El cuarto del fondo es tuyo por ahora. En 3 días te regresas a Uruguay conmigo.-Sus palabras me dejaron helado, simplemente destrozado.
-Dijiste que debía estar contigo, nunca especificaste qué en otro país.-Tenía tres días para arreglar todo, evitar que me fuera era un reto, pero no sabía por donde comenzar.
-No planeaba dejarte en México, véte ya, comienzas a ponerme de mal humor.-En ese momento mi presencia se había esfumado para él, tomó una botella de licor que se encontraba cerca de él y se tumbó en el sillón; patético.
Decidí alejarme porque no quería que mi salud mental estuviera más dañada, aquella habitación era bastante grande, pero con los mismos tonos tristes que el demás departamento, saqué el teléfono de mi mochila y mis auriculares me ayudaron a quedarme dormido pronto, pero nada mejoraba, mi subconsciente solo creaba pesadillas.
NARRADOR
La señora Elizabeth llegaría pronto a su casa debido a una llamada de su empleada Rocío, para encontrarse con la sorpresa de que el mayor de sus hijos ya no se encontraba ahí y había demasiada gente en su sala de estar. Ya que ninguno de los amigos e incluso padres de los chicos decidieron desaparecer, se quedarían allí para apoyar.
-¿Que ocurre aquí?-Todos los presentes la miraban como dándole el pésame, por la mente de aquella mujer solo podían pasar tragedias.-¡Habla Renata, ¿En dónde está tu hermano?!
-Señora... Uberto se llevó a Joaquín.-Emilio fue la única persona lo suficiente valiente para darle la noticia a la madre de los Bondoni.
Esta solo pudo caer de rodillas al suelo debido a la impresión, siendo consolada por su empleada, la pequeña Bondoni y el chico rizado.
-Vamos a recuperar a Joaquín.-El señor Osorio al fin se atrevió a hablar.
-¡¿Cómo fue que permitieron que se llevara a mi pequeño?!-En la habitación solo reinaba silencio.-¡Explíquenme!
-Uberto presentó una orden oficial para llevarse a Joaquín, Emilio intentó impedirlo, pero le fue imposible.-Niurka también se acercó para consolar a  su vieja amiga.
No hubo más remedio que escuchar el procedimiento legal que habría que hacer, aunque la señora Gress tuviera ganas de salir corriendo en busca de su pequeño sólo quedaba pensar con la cabeza fría.
-Deberían irse a descansar, muchachos. Gracias por estar aquí, pero lamento decirles que no servirá de mucho, descansados me ayudaran a pensar.-Elizabeth tenía razón, todos lo sabían y aceptaron hacerlo, excepto Emilio Marcos.
-Yo no me iré.-Permanecía firmemente sentando en el sillón.
-Emilio...-La madre de aquel desobediente joven intentó convencer a su hijo.
-No mamá, aquí me voy a quedar hasta que Joaquín vuelva, no estaré tranquilo si no lo veo entrar por esa puerta.-Sus lágrimas seguían apareciendo, se creía que aquel mar que salía por sus ojos nunca se secaría.
-Mi amor, tienes que estar fuerte para Joaquín, confía mucho en ti. Entonces ponte fuerte para que todo sea más fácil para el.-La señora Gress se arrodilló ante el chico envolviéndolo en un abrazo.-Tranquilo mi niño, él estará bien.
Finalmente el muchacho aceptó marcharse junto a sus padres dejando a las mujeres de la familia en aquella gran casa pintada de blanco.
-¿Tú crees que el regrese?-Renata seguía manteniendo su angustia presente, su corazón latía rápido y no podía controlarlo.
-Mi niña, claro que regresará.-Rocío se aproximó a ella dándole refugio en sus brazos, pronto la madre de los Bondoni también se unió.
EMILIO
Volver a casa fue lo más tonto que decidí, no hice más que sentarme en la cocina mirando a la nada.
-Hijo... ¿Cómo te sientes?-Mi madre tomó asiento a mi lado acariciando mi cabello enredado.
-Fatal... ¿Por qué tiene que sufrir? Él no se lo merece.-Oh no, aquí vienen las lágrimas de nuevo.
-Mi amor, Joaquín es fuerte, te aseguro que saldrá de esta. A veces la gente es cruel, en su cabeza existe la idea de que lo que está haciendo es algo bueno por cuidar o proteger aquello que ama.-Suspiró-Pero no pueden ver que lo único que hacen es dañar a la gente.
Mi madre tenía toda la razón, pero mi mente no tenía espacio para analizar sus palabras, solo quería saber de Joaquín.
-Debo dormir, creo que me ayudará un poco.-Sin decir nada más, me dirigí a mi habitación, me pareció buena idea intentar llamar a Bondoni, hasta que me quedé dormido.
Aquel sueño volvía a aparecer siempre que tenía problemas, mi mente intentaba hacerme ver que no toda la gente es mala.
Cuando mi padre dudaba de mi sexualidad solía llevarme al psicólogo para asegurarse que no presentara "anomalías" con respecto a mis gustos.
Me encontraba sentado en la sala de espera del lugar, mis lágrimas salían una tras otra, no podía evitar sentirme mal. De pronto un niño de cabello castaño, rizos y de tez blanca se sentó junto a mi.
-Hola...-Aquel niño me sonrió amablemente, mi tristeza se volvió menor en ese momento.
-Hola.-Inhalé la mucosidad de mi nariz producida por mi llanto.
-¿Por qué lloras?-Se acercó más a mi, no pude evitar mirar aquel oso de peluche que tenía en sus manos.
-La gente es mala conmigo.-Miré sus ojos, noté que sentía la misma tristeza que yo.
-No todos somos así, mira.-Extendió su mano dejando cerca de aquel muñeco que llevaba consigo.
-¿Qué?-Lo miré confundido, no nos conocíamos y parecía que habíamos sido amigos de años.
-Te lo regalo.-Me dedicó la sonrisa más sincera que he visto en mi vida.-Abrázalo cuando tengas miedo o te sientas mal.
-No puedo aceptarlo, es tuyo.-Empuje sus manos intentando devolver el obsequio.
-Creo que te será más útil a ti, además es como si tuvieras una parte de mi y te acuerdas de qué hay mucha gente buena.-Dejó su regalo en mis piernas para luego envolverme en un abrazo, ahora mi llanto no era de tristeza, si no de felicidad.
-¡Mi amor, vámonos!-Una mujer hizo presencia llamando la atención de mi nuevo amigo.
-Tengo que irme, pero seguro volveremos a vernos.-Se alejo de para despedirse con la mano y luego salir corriendo.

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